El espectáculo del dictador Maduro jurando su cargo como presidente de Venezuela el viernes me pareció un buen ejemplo de exhibición a mitad de camino entre la estrafalaria bufonada y el esperpento grotesco. La fórmula del juramento por parte de ese histriónico personaje, en lo que parecía una inacabable perorata con alusión a un antiguo cacique (Guaicaipuro), producía sonrojo y vergüenza ajena a poca sensibilidad que uno tuviera. Claro, que el auditorio de tan extravagante ceremonia no se merecía menos. En las imágenes televisivas se observaba una nutrida representación del abyecto florilegio de dictadorzuelos, déspotas, autócratas, tiranuelos y sátrapas que pululan por el mundo. Algunos de ellos muy próximos, como el cubano Díaz-Canel o el nicaragüense Ortega, paladines de sus respectivas dictaduras y fieles aliados, a la par que consejeros, del usurpador venezolano. No faltaban primeras damas, miembros del narcogobierno, rendidas admiradoras de Zapatero (el amado príncipe de Delcy Rodríguez), orondos militares con abundante chatarra de soles en sus pecheras y hasta me pareció ver a un oriental (o africano) con chilaba y toda la pesca. No faltarían unos pocos descolocados, indignos representantes de la Madre Patria, es decir, adalides de esa extrema izquierda que nunca da una a derechas. Estos acudirían a título personal, porque el Gobierno español, justo es reconocerlo, no envió legación oficial a la jura fraudulenta, como tampoco lo hicieron decenas de países, incluidos los ideológicamente afines al conductor de autobuses («Busfahrer», aún no «Führer») que transforma en razón de estado las sinrazones del poder.

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Toda esa parafernalia me trajo a la memoria una obra teatral de Peter Weiss, «El canto del Fantoche lusitano», publicada en 1967, editada en España en 1974, y representada en el Centro Cultural de la Villa de Madrid en 1982 bajo la dirección de Pascual Arroyo. En esta «pieza en dos actos con música y danza» hay un pasaje donde aludiendo al Fantoche (que bien pudiera ser el Maduro actual) se dice: «Y así dominan nuestra tierra él y los suyos con puño férreo y duro. Cuanto rebelde logran atrapar es arrojado a prisión y atormentado. Los sabuesos de su Policía Secreta maquinan formas eficaces de tortura». Pues bien, si trasladamos esta referencia policial a la Policía Nacional Bolivariana, a la Guardia Nacional Bolivariana, al Servicio de Inteligencia Bolivariano, a las Unidades de Reacción Rápida y a la Contrainteligencia Militar, tenemos el cuadro represivo al completo.

Confiemos en que la presión internacional contribuya a estrechar el cerco a la dictadura venezolana. En Salamanca, como en el resto de España, hubo manifestaciones con representantes de todos los partidos. Que cunda el ejemplo de esta meritoria unidad. La causa lo merece.

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