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CHURRAS Y MERINAS

Ucrania, la guerra dibujada

En medio de la guerra, los artistas comprometidos, conscientes de su limitado papel, recurren una vez más a la única arma disponible

Domingo, 2 de julio 2023, 05:30

El «Guernica» de Picasso es el símbolo de los desastres de la guerra. Ahora, como consecuencia de la invasión de Ucrania, el lienzo del malagueño se ha reinterpretado en clave contemporánea, lo cual viene a ratificar el carácter universal del cuadro de los horrores y de la violencia desatada. En la Sorbona el artista francés Jean Pierre Raynaud homenajea al pueblo ucraniano presentando su propia versión del lienzo de Picasso como homenaje al pueblo ucraniano.

Por su parte, el pintor mexicano Roberto Márquez colgó su versión personal del «Guernica» entre los amasijos de uno de los puentes destruidos en la contienda. Es una visión transformada, si se quiere, pero es su propia explicación plasmada en una gran tela que exhibe desgarraduras en medio de los brillantes colores acrílicos. El arte también se reinterpreta a sí mismo de la mano de la artista ucraniana Zoya Cherkassky-Nnadi, que hace años había dibujado diferentes escenas de la vida cotidiana en Kiev. Como consecuencia de la invasión de Putin consideró oportuno revisar aquellas obras y reinterpretarlas a la luz de la tragedia del pueblo agredido. «Antes y después» tituló esta novedosa relectura de sus antiguos cuadros, a caballo entre el trasnochado realismo social y la figuración modernista, pasados por el tamiz del cómic actual con alguna lejana traza de manga.

En medio de la guerra, los artistas comprometidos, conscientes de su limitado papel, recurren una vez más a la única arma disponible. Resulta revelador comprobar cómo el arte refleja la crudeza del momento. Por ejemplo, al lado de una tierna escena familiar en la que una madre y su hijo contemplan desde el balcón una avenida con árboles y jardines, ahora aparecen los mismos personajes abrazados viendo desde ese mismo balcón arder los edificios y a los tanques rusos aplastando los parterres.

En otro dibujo hay un músico callejero que toca alegre su instrumento. Todo es luz y colorido. En la nueva versión aparece el cadáver con las manos atadas a la espalda y el acordeón destrozado en mitad de la misma calle ahora desolada. El rojo de la sangre destaca sobre la nieve helada del asfalto.

Otro ejemplo: el autorretrato que un día mostraba a una niña con coletas mirando hacia la calle desde el cálido salón con flores sobre el televisor se transforma ahora en la misma criatura que contempla con horror las ruinas al otro lado del bulevar.

En resumen, los paisajes infantiles de la artista han saltado en pedazos porque los bombardeos sobre Ucrania arruinaron los añorados escenarios de la infancia en una suerte de recurrente pesadilla. En todos estos casos, el arte manifiesta su capacidad hermenéutica, su poder de hacernos ver las realidades que construimos los seres humanos pero que, en ocasiones, también nos destruyen.

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