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CHURRAS Y MERINAS

El timo del amor

Estas estafas «románticas» mueven en Estados Unidos 1.000 millones de dólares y 70.000 personas engañadas

Domingo, 21 de enero 2024, 05:30

Quienes a principios de los años sesenta vimos la película «Los tramposos», con Toni Leblanc y Antonio Ozores en su papel de timadores de poca monta, creíamos que el timo de la estampita tenía los días contados. Nadie se dejaría engatusar por el pobre disminuido que, con la ayuda del gancho bonachón, pretendiera colar billetes de lotería premiados a una víctima cuya ambición llevaría aparejado el fraude. Pero, curiosamente y aunque parezca mentira, variantes del popular timo se siguen dando en nuestros días. Hay quien lo denuncia y quien, por vergüenza, se lo calla. En el pecado va la penitencia.

Los estafadores no cejan en su empeño, y gracias a las últimas tecnologías y a las redes sociales ensayan modernos métodos de latrocinios y engañifas acordes con los nuevos tiempos, conscientes, eso sí, de que el ser humano sigue anclado en las mismas ingenuidades, simplezas y ambiciones de siempre. A todo el mundo le llegan mensajes del hijo (o hija, porque estos ladronzuelos discriminan el género del vástago) a quien se le ha «roto» el móvil o se ha quedado sin batería y solicita, en aras de la paternal (o maternal) devoción filial, dinero para salir de ese trance. Alguien habrá, digo yo, que pique. Si de cada 10.000 mensajes, caen uno o dos incautos, la empresa habrá merecido la pena.

Lo del príncipe nigeriano que tiene una gran fortuna bloqueada a falta de la generosidad de quien ayude a liberar el tesoro, apenas se da a estas alturas. Un colega mío de una universidad mediterránea se tomó a pecho ver hasta dónde podría llegar el timo y durante semanas mantuvo relación epistolar con el supuesto príncipe. El uno jugando al inocente y el otro intentando ganarse la confianza de la supuesta víctima. Al final, el timador se dio por vencido, pero mi colega asegura que, entretanto, se lo pasó muy bien analizando los textos, desmenuzando los rasgos estilísticos y pasándolo todo por los filtros de las últimas corrientes de la sociolingüística, los actos del habla, etc. Supongo que luego este valioso material lo usaría en sus clases.

Caso aparte, por las quiebras emotivas y sentimentales, son los timos del amor eterno, en sus dos versiones: presencial (el galán que encandila a una mujer vulnerable, la engatusa y le saca los dineros; y, a la inversa, la lagartona que enamora al varón solitario en busca de un alma gemela que lo comprenda). La versión cibernética radica en el contacto, aparentemente casual, a través de las redes sociales. Estas estafas «románticas» mediante las cuales el timador (o timadora) va haciéndose con la voluntad de la persona con la que formaliza su relación, mueve en Estados Unidos la nada despreciable cantidad de 1.000 millones de dólares y 70.000 personas engañadas. ¡Ay, si el personaje tramposo de Toni Leblanc levantara la cabeza!

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