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Seguridad y defensa

Nos desperezamos sobresaltados al enterarnos de que la Unión Europea surgió para jeringarles la vida a los norteamericanos

Domingo, 16 de marzo 2025, 05:30

Durante siglos España fue una nación fuertemente militarizada. Así nos lució el pelo regando de sangre —eso sí, a cambio de mucho honor— los más diversos campos de batalla del mundo. Por fortuna, la sociedad actual es muy diferente y los ejércitos están bien organizados y profesionalizados. Quienes hicimos la mili hace ya unas cuantas décadas conocimos otros usos y costumbres bien diferentes. Hasta el punto de que una de las pesadillas que aún me asaltan a estas alturas es que todavía me queda una parte del servicio militar por cumplir. Bueno, parecido a lo que sucede cuando soñamos que no hemos acabado la carrera a falta una asignatura para obtener el título. La mente tiene caminos tortuosos e inescrutables que los expertos sabrán interpretar.

Tambores de guerra se siguen oyendo en numerosos escenarios. Algunos de ellos tan próximos que después del meneo que Trump le ha dado a Europa en la cara de Ucrania, la Unión parece haber despertado del plácido sueño en el que estaba sumida. Nos desperezamos sobresaltados al enterarnos de que la Unión Europea surgió para jeringarles la vida a los norteamericanos; y ahora son ellos —o al menos el del cabezón zanahoria— quienes nos la van a jeringar a nosotros.

Recuerdo que en mis años escolares los más pequeños e indefensos de la patulea estudiantil solíamos agenciarnos un «fiador», que era el desasnado de mayor edad que brindaba protección a cambio, unas veces, de simple afecto por afinidad familiar y, en otras ocasiones, mediante algún pequeño soborno. De este modo nos sentíamos protegidos ante el abuso de los mayores. Con un par de soplamocos se solucionaban las discrepancias. Y todos tan campantes. Ahora, Estados Unidos nos pone en un brete, porque si el hermano mayor no nos fía, ¿a quién acudimos? Tendremos que salir del atolladero como el barón de Münchhausen que en sus viajes imaginarios narra cómo salió de un pantano de arenas movedizas tirando hacia arriba de los pelos de su propio pecho. De pelo en pecho, pecho-lobo, presume el amenazante oso estepario ruso. O espabilamos o alguna nación vecina, además de Ucrania, probará sus colmillos. De eso se trata: de que Europa no le ponga las cosas fáciles en el caso de que el tradicional valedor allende el Atlántico se llame a andana.

Los opinadores habituales se obcecan en distinguir entre seguridad y defensa. Evidentemente, no son términos sinónimos, pero a veces los matices que separan ambos conceptos se difuminan al calor de las soflamas o al abrigo de demagogias partidistas. Necesitamos seguridad y también una defensa que la garantice para no vernos implicados en porfiadas contiendas. Y si no quedara más remedio, ahí está la vieja sentencia castrense: «Bátete con uno, combate con dos, defiéndete de tres, huye de cuatro y no quedarás deshonrado».

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