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CHURRAS Y MERINAS

El pinganillo leré

Como estamos en un país de locos donde lo absurdo cobra carácter de naturaleza y llega a parecer normal, todo es posible

Domingo, 24 de septiembre 2023, 05:30

Poner en servicio de manera inmediata y totalmente profesionalizada la interpretación de las diferentes lenguas en el Congreso de los Diputados no es fácil. Y no digamos lo que requerirá trasvasar, desde y hacia las distintas lenguas, el cúmulo de papelería digitalizada que se genera en forma de actas, reglamentos, expedientes, protocolos, dictámenes de comisiones, informes de los letrados, etc.

Puede, eso sí, aderezarse un apaño para salir del paso, pero lo que es disponer de las necesarias infraestructuras humanas (profesionales cualificados y titulados) y técnicas (aparataje de comunicación, cabinas de interpretación, etc.) requiere su tiempo. Y eso sin contar con los condicionantes legales imprescindibles cuando se trata de una contratación pública. La flamante presidenta del Congreso debería conocer, si no es mucho suponerle a tan relevante autoridad del Estado, la existencia de una Ley de Contratos del Sector Público –bastante compleja, por cierto— que contempla unos plazos de transitoriedad difícilmente salvables incluso para las licitaciones exprés de intérpretes y traductores.

Tampoco será fácil que en el Parlamento Europeo traguen con la carpetovetónica ocurrencia de añadir unas pocas lenguas al batiburrillo comunitario, por más que España ofrezca correr con los gastos derivados de esa palabrería plurilingüe. Aquí se paga lo que haga falta, oiga. Será por dinero. Primero el catalán, que Puigdemont viene arreando. La pela es la pela y el voto, en este caso, también es la pela.

Visto el pleno del martes, cabe esperar que en el futuro las señorías culiparlantes de la Carrera de san Jerónimo se autointerpreten a sí mismas, corrijan a los profesionales en el ejercicio de su cometido y opten, al fin, por dejar colgado el pinganillo al ver que los destinatarios de las arengas hacen caso omiso o deciden abandonar el hemiciclo ante el guirigay verbal que pudiera montarse. Pinganillos fuera, dicen airados los de Vox. Pero como estamos en un país de locos donde lo absurdo cobra carácter de naturaleza y llega a parecer normal, todo es posible. Acabaremos viendo al diputado X elegido por una comunidad de lengua cooficial (en su autonomía, no en el resto de la nación) trastabillar en su propio idioma desesperado ante los tumbos léxicos y semánticos que otra señoría le hace llegar a trompicones desde su lengua también cooficial en el terruño vernáculo. El resto del auditorio hará oídos sordos hasta que, posteriormente, se descifre el diario de sesiones una vez pasado por el filtro de varias fablas, las cuales pugnarán por eludir la sencillez comunicativa del idioma común de los españoles. Y como aperitivo a la catetada, Ortuzar y Puigdemont entonando la versión progresista del «cocherito leré» en español cervantino y sin pinganillo. ¡Nos ha jodío!

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