Desde hace ya muchos meses, Muface, ha estado presente en los medios por causa de las discrepancias económicas existentes entre el Gobierno y las aseguradoras. En el fondo, lo que subyace es la idea que buena parte del Ejecutivo tiene acerca del supuesto privilegio que asiste a los funcionarios civiles del Estado. Si todos somos iguales, dicen los resentidos, acabemos con las prebendas que benefician al colectivo funcionarial. Olvidan estos amantes de la equidad mal entendida que una ley de 1975 consagró el sistema de seguridad social de los funcionarios para poder gestionar el sistema de Mutualismo Administrativo. Pero estos paladines de la igualdad (lo tuyo para mí y lo mío también para mí) no se atreven a derogar lo legislado en su día y se conforman con marear la perdiz y extender la confusión. El resultado del ruido, tan gratuito como mal intencionado, ha sido el traspaso de un buen número de mutualistas al régimen de la sanidad pública, ante el temor de quedar desamparados en sus potenciales tratamientos médicos y quirúrgicos.

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No quisiera ser malpensado, pero últimamente ha saltado a los medios el negocio que se tenía montado el suegro de Sánchez, con sus saunas gay (las del suegro, no las finlandesas a las que Orpo invita al yerno) en el centro de Madrid, amén de un ático destinado a alquiler por habitaciones, acaso para reponerse de las masajeadas vaporizaciones de los bajos (de la planta baja, quiero decir). El caso es que, según la prensa, el casero de esa bicoca no era otro que Muface. Mira por dónde.

El periódico Expansión recogía el lunes que ahora Muface les pide a las dos únicas aseguradoras supervivientes (Adeslas y Asisa) que completen la documentación que falta. Como esa burocracia sea tan enrevesada como la que cada pobre afiliado tiene que cumplimentar cuando solicita alguna ayuda en determinadas oficinas provinciales, van apañados. Entre cuatro miembros de mi familia hemos cotizado unas ciento sesenta anualidades y, por lo que a mí respecta, el grado de satisfacción con la entidad es mejorable. El efecto pandemia aún impregna los kafkianos papeleos.

Por cierto, ya podrían en esas oficinas cambiar los membretes de los impresos, en los que aún figura el Ministerio de Hacienda. En la actualidad el departamento implicado es el de Transformación Digital y de la Función Pública, sea lo que sea esa cosa que pastorea el oblongo y longuilíneo gañán López en sus pocos ratos libres. No me extraña lo de los obsoletos membretes, dado el zascandileo de ministerios de los últimos tiempos. Claro, hay que contentar a todos los socios políticos que ordeñan la vaca estatal. Hay que repartir momios y favores a diestro (poco) y siniestro (mucho). Entre unos y otros, como Muface no se aplique algo de autopropulsión, se va a quedar en las raspas.

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