Las novedosas cesiones a los independentistas, separatistas y golpistas de variado jaez y pelaje nos van a traer diversión y hasta jolgorio en el Congreso de los Diputados. Si se llevan a efecto los planes de utilización de las lenguas oficiales, la algarabía será mayúscula. Para empezar, todos los diputados con pinganillo, con lo incómodo que resulta. Horas sin cuento con el chisme en la oreja. Habrá que dotar infraestructuras de interpretación, a saber, cabinas y personal titulado. Las opciones de traducción deberían ir desde todas las lenguas a todas las lenguas. Por ejemplo, cuando hable un diputado catalán en su lengua o uno progresista [sic] del PNV, la interpretación simultánea deberá hacerse al castellano, al gallego y al vasco, y lo mismo todas las combinaciones posibles en las respuestas. Podría darse la chusca eventualidad de que un diputado corrija en castellano al intérprete, porque no ha captado algún sibilino matiz o genial ocurrencia de su señoría. Y al Parlamento Europeo quieren llevar la propuesta muchilingüe y multiespañola.

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Un supuesto: el mandatario de un país que solo se expresa en su idioma visita oficialmente las Cortes y hay que trasvasar el contenido del discurso a las lenguas patrias. El personaje puede aportar su propio intérprete al español, en cuyo caso habrá que derivar el contenido al catalán, gallego y vasco simultáneamente. Si Zelenski visitara el Congreso, habría que verter su alocución del ucraniano al español y a las demás lenguas de forma ordenada y conexa. Como es de esperar, siguiendo la nueva moda parlamentaria, el discurso del ilustre visitante a la sede de la soberanía nacional se traducirá al gallego feijooano, al euskera y al catalán, obviamente, pero ¿también al valenciano? ¿y al mallorquín --catalán puro para unos y variante colonizadora para otros? Y ya puestos, ¿por qué relegar otras hablas peninsulares, algunas de las cuales tienen academia y todo? El asturiano, sin ir más lejos. ¿Por qué no va a haber intérpretes del aranés, el sayagués, el mirandés, la fabla aragonesa, el patsuezu, la fala gallego-extremeña o el castúo? ¿Y por qué no el silbo gomero, hoy felizmente salvaguardado por la legislación canaria?

Un beneficio notable sería la creación de puestos de trabajo entre los titulados en Traducción e Interpretación. Recordemos, a este respecto, que en Salamanca tenemos una facultad que año tras año está en cabeza de los rankings de calidad y prestigio tanto de su profesorado como de los graduados que salen de sus aulas. Se abre, como dicen ahora, un nuevo nicho laboral.

Por fin serán amenos y hasta divertidos los debates parlamentarios muchilingües gracias a nuestros más arriscados nacionalistas. Bienaventurados los que no hablan, porque ellos, antes o después, llegarán a entenderse.

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