Como supongo que tantos otros salmantinos, he subido en unas cuantas ocasiones a la pequeña colina que corona la ermita de la Virgen del Viso. Es la mejor atalaya que conozco a la que un urbanita de la capital puede acceder a pie para ver horizontes lejanos, para divisar el cielo nocturno, para respirar, en suma. Alguna noche de San Lorenzo, con la necesaria manta y en buena compañía, el prado existente junto a la ermita fue el mejor punto de observación para un buen montón de estrellas fugaces; alguna de ellas seguro que imaginaria, fruto sin duda del efecto de las latas de cerveza.
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En la noche del pasado lunes, algún descerebrado subió al pequeño teso que mira a Monterrubio de Armuña y dejó allí su huella en forma de pintada. Se ve que los muros de la ermita, restaurados en 2007, estaban necesitados de este toque artístico, de esta manifestación suprema de expresividad contemporánea que ahora luce en el lado oeste del pequeño templo de origen románico y levantado en el siglo XVIII. Completada su obra magna, el artista se habría marchado satisfecho hacia su casa, una vez dejada su huella para la posterioridad.
Son como los perrillos que marcan su territorio meando en cada esquina. Así veo a quienes ensucian lo que es de todos para dejar constancia de su presencia, para conquistar un territorio. Podría discutirse sobre la originalidad del tag o la calidad del trazo si el grafiti aparece en un muro de un solar, pero hay que estar muy mal de la cabeza para buscar la gloria personal vandalizando un templo religioso perteneciente al patrimonio popular.
Cuesta comprender los resortes mentales que operan en la cabeza de estos agresores de la cultura; qué motivación impulsa a quien destroza la estatua del artista chino de turno que se expone en la Plaza Mayor, a quien pintarrajea cualquier escultura urbana o a quien arranca una extremidad al astronauta de la Catedral. ¿Se tratará de un furtivo delito solitario o presumirán de su fechoría con los amigos? ¿Qué tipo de orgullo se puede sentir tras atentar contra un bien patrimonial?
La despoblación de la España Vaciada siempre fue una circunstancia que influyó en la proliferación de estos actos vandálicos y que, de hecho, amparan la impunidad de sus actores. Mucho patrimonio desperdigado por el territorio y pocos medios para vigilarlo y conservarlo. Así fue como desaparecieron multitud de campanas de nuestras ermitas, en esos casos con evidente ánimo de lucro. Pero en esta pintada de cinco metros cuadrados de la ermita del Viso, no me cabe en la cabeza qué ánimo movió al mago del spray.
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Me gustaría que, más allá de la identificación y de la multa correspondiente, los ciudadanos pudieran conocer las explicaciones de estos vándalos, sus motivaciones para hacer lo que hicieron. Quisiera verles expuestos a la mirada popular, al escrutinio de las víctimas de su impulso. Pero siempre con ánimo constructivo. No se permitirían piedras en la sala. Someterles a ese escarnio público podría ser el primer paso hacia su reeducación como seres civilizados. Creo que quizás así acabarían comprendiendo la magnitud de su gamberrada.
Hasta ese momento, confío en que la ermita dedicada a la patrona de los agricultores de La Armuña sea restaurada muy pronto, y que por supuesto esté ya flamante para la fiesta anual que su cofradía le dedica a finales de agosto. Sería estupendo, y dejo ya aquí mi propuesta, que si el grafitero furtivo es identificado para entonces sea oportunamente invitado / obligado a tomar parte en algún rol protagonista del festejo. Para que aprenda.
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