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Política, IA y barro

Ahora el juego se reduce en atizar al rival buscando el titular efectista. Y todos los partidos han bajado a jugar a ese barro

Miércoles, 12 de marzo 2025, 06:00

Hace poco más de un mes que el cantante y productor Alejo Stivel publicó un original videoclip de una de sus canciones compuesta durante su etapa en solitario, «Yo era un animal». En esta versión, el tema editado en 2017 revive en una versión con Joaquín Sabina en la que ambos aparecen cantando juntos, por separado y en compañía de sus versiones de hace 40 años, por lo menos. Imagínense abrazados a su yo del año de la polka, como un viaje en el tiempo. Dejando de lado lo aparentemente más importante, que era la propia canción, me causó notable desasosiego ese juego visual en que el pasado y el presente se entrecruzan desafiando el tiempo. Hay que decir que el vídeo realizado con Inteligencia Artificial estaba muy logrado, pero con ocasión de su visita a Salamanca para presentar su autobiografía y ofrecer un concierto en el CAEM, tuve la oportunidad de compartir con el artista mis inquietudes. «¿No estamos abriendo un melón un poco inquietante con la introducción de la IA en la creación cultural?», le pregunté. Alejo Stivel me contestó con despreocupación. «Ya abrimos un melón cuando se inventó internet, y antes con los ordenadores que hacían música. Yo he utilizado la IA para divertirme y utilizando conscientemente mi propio trabajo. Conviviremos con eso».

La explicación no me convenció. De hecho, en posteriores entrevistas he podido comprobar que otros compañeros le trasladaban la misma preocupación. Está claro que no soy el único al que le inquieta el asombroso perfeccionamiento de las creaciones en vídeo a partir de personajes reales. Como guardián de la verdad en mis dos grupos de WhatsApp de primos y fact checker de pacotilla, bastante tenemos ya con el aluvión de noticias tendenciosas y bulos escandalosos que circulan hoy día entre las trincheras como para hacer frente a este siguiente nivel. El mítico cantante del grupo Tequila apuntaba que la tecnología debe ser bienvenida cuando se usa para fines loables, pero con la IA pasa como con las armas de fuego, que sirven para disparar a una diana en los Juegos Olímpicos y también para desencadenar una masacre en un colegio de EEU. Lo que cuenta es la intención de quien dispara.

Creo que el Partido Popular ha cometido dos patinazos mayúsculos utilizando la IA para descreditar a un rival político. La parodia de «La isla de las corrupciones» y «La manifestación que no vamos a ver hoy», publicado en el 8M, llevan el debate partidista a otro nivel, impropio de la seriedad y rigor que yo espero de quienes aspiran a representarme en los órganos de poder. De un tiempo esta parte, es como si nuestros políticos se hubieran olvidado de que su misión es debatir en el Parlamento, intentar convencerse con argumentos y ganarse la voluntad de los otros para aprobar leyes que mejoren la vida de los ciudadanos. Ahora el juego se reduce en atizar al rival buscando el titular efectista. Todos los partidos han bajado a jugar a ese barro y los ciudadanos parecemos resignados a esas batallas que nada tienen que ver con nuestra vida diaria.

A ver, soy el primero que ve divertido esas escenas en las redes en las que Zelenski le atiza un puñetazo a Trump en una cita alternativa en el Despacho Oval, y a Iglesias y Abascal cantando villancicos juntos. Pero esto es otra cosa. Que un partido con vocación de Gobierno recurra a estas burdas herramientas para ridiculizar al contrincante y minar su credibilidad -y no hablemos de la irresponsable mención a un país extranjero en un vídeo sobre corrupción, que obligó a los populares a recoger cable rápidamente- es el indicio de un preocupante deriva. Señores, las bromas ya las sabemos hacer nosotros: ustedes arreglennos los problemas.

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