Miremos arriba

No sé si se han dado cuenta, pero ha llegado la primavera. Hemos aparcado el abrigo, el sol calienta que da gusto y la luz nos acompaña por las tardes hasta la hora de cenar. Yo realmente querría escribir hoy de esto, pero la actualidad conspira contra mí cuando creo que he dado con un tema verdaderamente interesante para esta columna. El periodista propone y el mundo caprichoso dispone. Hace un tiempo que me siento desbordado, como la mayoría, por tantas cosas como están pasando a la vez en el mundo, y por el tono que empleamos los periodistas en nuestros titulares, todas deben de ser gravísimas.

Y ojo, sin duda muchas lo son, no lo niego. Habíamos superado la terrible tragedia mundial de la pandemia cuando Rusia decidió invadir Ucrania. Europeos morían a diario en una guerra declarada en territorio europeo cuando de pronto los de Hamas la liaron en Gaza e Israel respondió con contundencia. Ahora sigue muriendo gente a manos de gente al este del Mediterráneo cuando en el no tan lejano Oeste, el teleñeco naranja conocido como Trump barre las fichas del tablero comercial internacional. Como un niño malcriado, se niega a jugar porque no le gustan las reglas. Entre todo el follón, con las bolsas temblando y la crispación política al alza, los muertos están pasando a segundo plano. Lo que digo, pasan demasiadas cosas y a menudo perdemos la perspectiva.

Cada mañana llego paseando al trabajo por calles arboladas y me estoy obligando desde hace un tiempo a dejar de ir mirando las baldosas enredado en mis pensamientos. En lugar de eso, la idea es levantar la cabeza y ver lo que pasa. Admito que a menudo las preocupaciones ganan el duelo, pero entre una y otra, la semana pasada alcancé a ver cómo día a día las urracas y las palomas avanzan en la laboriosa construcción de sus nidos. Algún ave cruza de aquí para allá con una ramita en el pico y más vale que se afanen en la labor, porque todo tendrá que estar listo para el día de la puesta.

Hace unos años uno de mis jefes se tomó unos días de baja por un mal desconocido para mí que resultó llamarse «astenia primaveral». Leí lo que pude sobre el tema y lo poco que entendí no logró disuadirme de mi prejuicio de que la primavera tenía que sentar bien a todo el mundo. Y nunca podría tener efectos secundarios, salvo el polen y las alegrías, claro está. La realidad me quiere llevar la contraria y reclama mi atención hacia otros temas supuestamente de mayor calado: los impuestos de Sánchez, la crisis de la izquierda, los equilibrios ideológicos de la ultraderecha, el mal estado de la A-62, los problemas de la vivienda. Las noticias.

Pero ya está bien de que los demás marquen nuestra agenda. Estos días propongo respirar hondo, y, como quien echa una siesta corta y reparadora, sentir que a nuestro alrededor la naturaleza monta estos días su revolución anual. Ayer ya costaba ver los nidos de los árboles de la avenida porque las ramas ya están llenas de brotes. Luego llegué a la Redacción y supe que al fútbol salmantino parece que le ha dado esta semana un ataque tremendo de esa astenia primaveral, con los dos entrenadores de ambos equipos de la capital enviados al paro en apenas tres días. De nuevo la actualidad ahí, haciéndose notar, para que nos desviemos de lo realmente importante.

Intentando conciliar lo importante con lo que importa, yo recomendaría a ambos técnicos que se abstraigan de la decepción por los malos resultados de sus equipos y miren por encima de sus cabezas, una vez colocadas de nuevo sobre sus hombros. Ahora que tienen más tiempo, quizás la contemplación de la naturaleza les equilibre el ánimo. Eso siempre viene bien.