La política actual está sumida en una espiral perversa que nos engulle a todos por el sumidero sin capacidad de bracear por permanecer a salvo. Espiral que retuerce la mentira hasta dotarla de una falsa verosimilitud, alterando el relato hasta el punto de que los que esgrimen la verdad son los que tienen que justificar, no siempre con éxito, sus argumentos. Y no se crean que para ello hay que orquestar un elaborado ejercicio de retórica y oratoria, más bien, cuantas más dosis de cuñadismo tenga el mensaje, más rápido y más efectivo será para llegar a su destinatario. Hasta que se pasan de frenada y te llaman tonto a la cara.
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Lamentablemente, hay ejemplos de sobra. Como el de Carlos Mazón, que no deja de darle cuerda al reloj con la desastrosa gestión de la DANA para salvar su pellejo. Mentira tras mentira, quién sabe para ocultar qué verdad, y con el PP evidenciando su cobardía. Experto en la materia también es Mr. Wonderfull Sánchez, que en las últimas semanas ha tratado de colarnos la condonación de la deuda de Cataluña como un ejercicio de igualdad y generosidad para con todos los territorios del país. Y ha tenido el cuajo la ministra Alegría de ejemplificarlo como si el Estado nos perdonara a todos la hipoteca que nos queda por pagar durante toda la eternidad. «¿Quién se puede negar a eso?» preguntaba ufana confiando en el reduccionismo del mensaje cocinado a fuego lento en Moncloa. Lo que no explicó la ministra es que esas hipotecas pendientes las tenemos que apoquinar entre todos, a escote, aunque ya esté casi pagada la tuya, no tengas hipoteca o no albergues la más mínima intención de comprar una vivienda. Y, por hilvanar con el símil, esto lo deciden el presidente de la comunidad de vecinos y el propietario encaprichado que se gastó un pastizal en poner ventanas domóticas y suelo de mármol de Carrara. Lo dicho, nos llaman tontos a la cara.
Pero la perversión del relato construido llega a límites insoportables cuando etiquetan este pago a sus socios independentistas como la panacea igualitaria de la que nos vamos a beneficiar todos. Se me viene a la cabeza la imagen de María Jesús Montero repartiendo billetes a go-go mientras se arranca con una bulería. Qué afán tienen los políticos por el 'yoísmo', por utilizar la primera persona cuando reparten dinero de todos, como si saliera de sus cuentas y no de la caja común que abastecemos los ciudadanos pagando puntualmente nuestros impuestos sin condonación posible.
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