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De los cientos de contextos, más o menos confesables, que se les pueden pasar por la mente para responder a esta pregunta es altamente improbable que den con el elemento que la ha suscitado. No es una cuestión anatómica, aunque destila algo de testosterona. Se trata de una bandera de España, pero no una cualquiera. Érase una bandera superlativa, con 30 metros de largo y 35 kilos de peso, miles de hilos, rojo y gualda, entrelazados para tejer el estandarte patrio con el que el consejero de Empleo, Mariano Veganzones, anda paseándose estos días por la comunidad.
Es su orgullo más íntimo, su joya de la corona. Allí donde se planta el político de Vox despliega los 30 metros, uno tras otro, para marcar el terreno conquistado. Eso es lo que nos faltó en Flandes, más banderas. Igual te apaña para condenar la amnistía a los separatistas catalanes que ampara a los agricultores en sus protestas. Hay metros para todos. Es la bandera multiuso. Como la bata-manta pero versión cañí.
Allí donde hay un pueblo triste y sin esperanza, llega Veganzones con su divisa para llenarlo de color y fervor. Como cuando Francisco 'el del vino' llegaba los sábados por la tarde al barrio con su furgoneta destartalada cargada de barricas en las que los vecinos llenaban sus cántaros. El vino, o la bandera, como fórmula para responder y capear los problemas. Es la nueva política, tan vieja como siempre.
Ante el nivelazo argumentativo de nuestros líderes, no me extrañaría que la réplica a los 35 kilos de españolismo de Veganzones fuera otro banderazo. '¿Quién la tiene más grande?' bromearían con aire socarrón mientras se codean unos con otros. Pero su rival tiene todas las de perder porque el titular de la consejería de Empleo tiene el emblema nacional tatuado a fuego: en la pulsera, en el pin de la solapa, en la corbata y en la gorra cuando castiga el sol en campaña. No me atrevo a hablar de su ropa interior, aunque bien podría marcarse un 'Ay Carmela' y enfundarse en su bandera, le daría para varias vueltas y podría mimetizarse hasta con el callejón de una plaza de toros. Olé.
Al igual que no comparto a los que rechazan, incluso repudian, la bandera de nuestro país, tampoco me cuadra el manoseo que de ella hacen los líderes políticos, que pretenden medir en metros cuadrados su capacidad como representantes públicos. Más trabajo, más eficiencia y menos postureo. Dejemos eso para las redes sociales, en las que también se lanzan la pregunta ¿quién la tiene más grande?, pero en otro contexto.
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