Desde la Segunda Guerra Mundial, con el código Enigma de la Alemania nazi, no se había visto un sistema de encriptación tan perfecto como el aplicado por las Cortes de Castilla y León para camuflar la identidad de sus señorías procuradores en el listado de remuneraciones recibidas por kilometraje y asistencia a plenos y comisiones. Si Alan Turing levantara la cabeza. Disculpen la ironía, pero no me negarán la pericia de utilizar las iniciales de los nombres como método de despiste. ¡Las iniciales!
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No siempre ha sido así. Desde el reinado de Silvia Clemente en el hemiciclo se publicaba ese listado con nombres y apellidos. Y claro, era pertinente y muy goloso curiosear entre las cifras, descubriendo los periodistas algún que otro kilometraje de dudosa veracidad. Esta transparente práctica se aparcó, como casi todo, durante la pandemia, pero era de esperar que retornara sin cosmética, como un síntoma de normalidad. Pero nada es normal ya en la política actual.
Nuestros partidos no han podido resistir la tentación y han aplicado este inocente filtro en sus datos. Y no crean que es una cuestión ideológica porque la medida se aprobó en verano con el voto favorable de todos los integrantes de la Mesa de las Cortes, es decir, PP, Vox y PSOE. Partidos enfrascados en una batalla dialéctica eterna, superando día sí y día también los límites de la corrección y la cortesía, no tienen reparos en acordar una medida encaminada a esconder el dinero que reciben sus procuradores. Ya supera la curiosidad que el consenso sólo aparezca en la cámara regional cuando de asuntos pecuniarios se trate. Recuerden que hay antecedentes con la subida de sueldos y de retribuciones.
Así que, si ustedes entran en la página web de las Cortes, encontrarán un galimatías de siglas y cifras. El secreto para desvelarlo es tan sólo cotejarlo con el listado de procuradores. Ojo a los nombres compuestos. Solventada esa trampa no deja de ser un ejercicio cansino pero sencillo, que no echará para atrás a nadie que tenga verdadero interés en practicar la tan española costumbre de cotillear el dinero que se mete en la cuenta bancaria cada uno. Por cierto, los de Vox han puesto nombre y apellidos, con todas sus letras. Lo que es, es. Comprobada la sencillez de la operación, cuesta todavía más entender el porqué de una traba que parece sacada de un inocente capítulo de Disney Channel. Podría llamarse 'El enigma de las iniciales'. En ustedes dejo lo de ver quién es Mickey Mouse o el Tío Gilito.
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