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A MIL PASOS

Otra vuelta al sol

Lo que cuesta aplaudir, dar las gracias, a ese amigo que te rescata del pozo más negro

Jueves, 31 de agosto 2023, 05:30

Espero, por su bien, que no vea nada de lo que ocurre por aquí. Imagino que él tendrá sus propios problemas. El sol, digo. Una tormenta. Unas manchas con mala pinta. Sus cosas. Porque si no, no saldría de su asombro. Y eso que, supongo, más sabrá el sol por viejo que por sol.

Acaba el verano en el que, entre escándalo y escándalo, ha crecido como siempre muy bien regada la escenificación hipertrofiada de felicidad. Ingrediente indispensable con la pamela, el mojito y la parrilla es esa nueva costumbre de aplaudir al sol. El pobre, con este calor y el atardecer que se ha marcado. Qué menos que un aplauso. Hemos conectado. He sentido el sonido del universo.

Se llama ponerse intenso y siempre ha sido una tentación recurrente, aunque diríamos que ahora se encuentra en un pico interesante. Consecuencia directa es la sustitución del tradicional «cumpleaños feliz», al alcance de cualquiera con habilidades comunicativas primarias por un mucho más elaborado «feliz vuelta al sol» (dale con el pobre) y mucho más original. Las 3.500 primeras veces.

Es que da mejor imagen de nosotros. Es la siempre esforzada construcción de nuestro perfil público. La que nos lleva, por ejemplo, a reemplazar en las condolencias «descanse en paz» por «que la tierra te sea leve». No sea que nos tomen por un rancio cualquiera, mejor refugiarse en la fórmula del más religioso de los imperios, que veía un dios literalmente en cada esquina.

Pero volviendo a lo de dar vueltas al sol, llegado el momento pesa también cierta necesidad aumentativa de la felicidad.

A veces acaba bien, que sepamos, como el Turronero y sus 3.000 invitados (ojo, todo Vitigudino y le sobra sitio) para celebrar sus 60 años. Y otras no tanto, como esa fiesta con cientos de representantes de lo mejor de la sociedad turinesa en la que entre brindis y brindis por el nuevo año de su, hasta ese momento, prometida al banquero Massimo Segre no se le ocurrió otra cosa que arrebatarle el micro al DJ para pregonar las infidelidades sufridas y finiquitar la relación y su vergüenza propia.

Yo he tenido cumpleaños de todo tipo, como cualquiera, pero uno de los recuerdos más emocionantes es de aquel, justo a pocos días de empezar la universidad, en el que mi amigo Regino se presentó en mi casa y me sacó casi a rastras para enseñarme en la calle una botella de mi licor favorito escondida en la chaqueta.

Nos pasamos toda la noche en un banco del parque, bebiendo casi a oscuras, a morro, despacio. Riendo y llorando por lo que quedaba atrás. Temblando, por el relente o por el puro miedo a lo que venía.

Lo que cuesta aplaudir, dar las gracias, a ese amigo que te rescata del pozo más negro. O a esa persona que tanto ha demostrado que nos quiere. A esa mano que palpita junto a la nuestra. Aunque no haya foto, ni Instagram. Dejemos en paz al sol que bastante tiene con lo suyo.

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