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El fin de semana fui a una de mis librerías de referencia con intención de inaugurar el verano lector con alguno de esos títulos que parece que te llaman desde la mesa de novedades con solo pasar la vista. Acudo sin grandes manías salvo rechazar los libros gordos. Es una mera cuestión de espacio y que llega un punto en que la brevedad es una de las cosas que más se valoran. Así que cuando llegué a una de las posibilidades que llevaba en mente, «Cuentos incompletos» de T.C. Boyle, me desanimó su grosor: unos buenos cuatro dedos. Me acompañaba mi amiga Sofía y me hizo pensar dos veces el rechazo. «Es un recopilatorio de relatos. Es como si fueran muchos libros pequeños». No estaba muy convencido de que fuera una cosa y la otra al mismo tiempo mientras acarreaba el mamotreto hacia mi casa y me dio por pensar que algo así pasa con Castilla y León. No deja de ser una cosa muy grande, pero que hay que leer por capítulos y, como en los cuentos de Boyle, a menudo entre un relato y otro no hay demasiado en común, salvo el «estilo». Concepto resbaladizo donde los haya.
La última comunidad en aprobar su estatuto. Segovia quería estar sola o si acaso con Madrid, Valladolid y Burgos se miraban de reojo, Santander y Logroño salieron por pies y León primero dijo sí y luego dijo que mejor que no, pero tarde. Las demás no dijeron gran cosa y acabaron juntas porque tampoco había mucha más opción.Con esos malos mimbres hubo que sortear la espinosa cuestión de la capital, rebajada a «sede de las instituciones» –que en Valladolid se piensa que viene a ser lo mismo y en el resto que nada que ver–. En las décadas siguientes se confirmó que aquí, básicamente, cada uno va a la suya y, si acaso, todas comparten un común recelo hacia Valladolid, con razón o sin ella.
Poco ha calado eso de «nueve provincias, una comunidad», salvo que por comunidad entendamos la de 'Aquí no hay quien viva'. Sobre todo en Ávila, Soria y el Oeste, de donde no deja de irse gente y no será casualidad que broten las opciones provinciales Por Ávila y Soria Ya, que se han sumado a la UPL.
Cada provincia se siente «sola en mitad de la tierra», que cantaba Víctor Manuel, a falta de un proyecto autonómico o estatal de mayor ilusión. Haría bien la Junta en abrir una serena reflexión ahora que a zamoranos y salmantinos nos miran los del Lexit como Clint Eastwood bajo la lluvia a Meryl Streep en 'Los Puentes de Madisson', con el intermitente encendido por si nos apetece mandarlo todo al garete y cambiar de vida.
En fin, abro el libro de Boyle y leo el primer cuento. Una chica obsesionada con los gérmenes envuelve a su amante en papel film antes de cualquier contacto. El chico transige, aunque al final ella lo acaba dejando igual al examinar su historia clínica. Se le queja: ¡estábamos tan unidos! Sí –dice ella–. Estábamos unidos, pero tampoco tanto.
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