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Fue la primera entrevista de mi vida. Cuarto de E.G.B. Habla sobre su trabajo con alguien que tenga una profesión interesante. Creo que fui el único que no se la hizo a su padre. En aquel curso de Salesianos había un poco de todo: médicos, abogados, comerciantes… hasta un marinero que se pasaba medio año fuera de casa, algo que no nos parecía ningún inconveniente en aquel momento en el que ser pirata era una clara aspiración. Marinero, no pirata, matizaba siempre su hijo. Sin éxito.
La entrevista. No la hice a mi padre, porque fue él quién me dirigió a Joaquín, compañero suyo en aquel lejano Banco de Bilbao. Joaquín era oficinista cuando no estaba proyectando cine en nuestro propio cole o en cualquier rincón de la provincia, oficio heredado de su padre. Él iba y venía por el patio del colegio con esas grandes bobinas de las que luego salían Robocop, Los Cazafantasmas o ¡Los Goonies!
Joaquín Fuentes, al que luego llegaría la fama por su empeño de mantener vivo el cine en pequeños núcleos, me dio la primera lección de periodismo. Preguntaba yo todo el rato por la gente. A la gente le gusta esto o lo otro, qué dice la gente de esta película. A la cuarta o quinta pregunta, me cortó con toda la dulzura y me dijo: «Francisco, no digas tanto la gente, es una palabra muy fea. Metes a todo el mundo en el mismo saco y el cine, o sea la vida, es lo contrario. Cada uno tiene sus inquietudes, sus problemas, sus sueños…»
¿Qué tal la entrevista con Joaquín? Bien. Me ha dicho que no diga gente.
Y ahí sigo. Desconfiando del manoseo político del ciudadano como gente, recelando de ciertas políticas indiscriminadas. Me pregunto qué pensará Joaquín de las entradas de cine a 2 euros para jubilados. Para el que cobre 3.000 euros y para el que cobre 700. Gente jubilada. Pero en ciudades, porque, ¿a qué cine van a ir esos miles de mayores que viven a kilómetros de una sala de proyección?
¿Y esos 20 céntimos por litro de gasolina que entre todos hemos pagado al señor que fue al concesionario a buscar la tanqueta más grande para ir por el pan o al gimnasio? Más razonable parece ayudar a profesionales o un descuento para determinadas rentas. ¿Y la 'herencia' que propone Yolanda Díaz a los 18 años? Gente joven. 20.000 euros para aquel chico que se fue a los 14 a un internado en Irlanda y al que luego regalaron un viaje a Los Ángeles al aprobar la EBAU.
Creo en un pacto social en el que todos aportamos para unos servicios públicos eficientes, más quien más gana y más tiene. Un Estado que ayude más a quién más lo necesite e implante políticas que brinden las mismas oportunidades, reduzcan desigualdades. A veces uno se siente como si tirara de Ártax por el Pantano de la Tristeza. Como aquella mañana que a Joaquín se le fue la luz en plena proyección en Salesianos mientras Atreyu gritaba «¡no te rindas!».
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