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A MIL PASOS

En el hospital también me llaman Francisco

Oímos que los profesionales son de largo lo mejor de nuestra sanidad y, sin embargo, no se tiene en cuenta lo suficiente

Jueves, 1 de febrero 2024, 05:30

No se da la suficiente importancia a los techos. Se habla de número de habitaciones, de metros cuadrados, de salas, tecnologías y capacidades. Pero de los techos en principio nada se dice y, sin embargo, en un momento dado es tu único hilo con la realidad. El techo de los hospitales, me refiero.

Me lo dijo mi amigo Juan una vez que tuvo un susto muy gordo al poco de abrirse el nuevo hospital y le pregunté que cómo era. Bien, los techos están bien. Como Juan siempre está de broma, me pareció ingenioso pero exagerado. Pero no. Es exactamente así.

El domingo el susto me lo llevé yo en casa, cuando de repente solo podía balbucear unas sílabas. Volando a urgencias y, de pronto, efectivamente todo pasó a ser techo. O una sucesión de ellos. Imposible hacerse una idea real de lo que parece una intrincada red de túneles y pasadizos, puertas que se abren al paso de tu cama de forma casi mágica. Todo rápido, vertiginoso, mientras tú tratas de anclarte a lo único que a esas alturas te sigue pareciendo real y reconocible, el techo. Lees los carteles, las indicaciones, supongo que para comprobar que algo de lucidez te queda, y de paso vas revisando los remates, las juntas, los detectores. Así que, constructores de hospitales, máxima atención a los techos, porque en un momento dado casi todos haremos un viaje con el corazón en un puño agarradas nuestras esperanzas al techo.

Bueno, a ellos y a todos los que van repitiendo tu nombre. Francisco, vamos a ir a tal sitio; Francisco, te vamos a cambiar de cama; tú no hagas nada, Francisco. No te preocupes, Francisco. Esto te puede molestar un poco, Francisco, pero no es nada.

Oímos a menudo que los profesionales son de largo lo mejor de nuestra sanidad y es algo de puro sentido común que, sin embargo, no se tiene en cuenta lo suficiente. En pocos lugares se verá a un grupo tan diverso y heterogéneo de personas volcarse tan humanamente, mucho más allá del contrato y la obligación. Quien te hace bromas en tu peor momento, quien te acaricia y te quita el sudor, quien te aprieta la mano cuando te ve cara de miedo, quien se pega con quien haga falta para que te hagan lo antes posible una prueba.

Como esa neuróloga que para evaluarme me pedía que escribiera algo a mano. Puse en aquel papel: en el hospital también me llaman Francisco. Teniendo en cuenta la situación, vi que cruzaba una mirada de extrañeza con su residente. Es que a mí casi todo el mundo me llama Paco, expliqué como pude. Lo que ya no supe contarle con mis escasos recursos orales es que se me había ocurrido mirando al techo.

Cierto día en el Liceo conté que realmente desde hace muchos años solo mi familia me llama Fran. Si se piensa bien tiene su lógica. Incluso en los peores momentos, aunque no vuelvas a ver a estas personas, sales del hospital sintiendo que tienes otra familia.

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