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A MIL PASOS

Ser muchos el domingo

Ahí estamos, en una jungla donde impera el descaro, el retorcimiento de argumentos, la abierta mentira si llega el caso

Jueves, 18 de enero 2024, 05:30

Dice Rilke que la verdadera patria de una persona es su infancia. El olor inconfundible que tu madre daba a la casa, descubrir un mundo siempre por estrenar, la mano de tu abuelo ayudándote a remontar una cuesta, tu primer balón, tu primer desgarrón en la rodillera del pantalón para el que nunca hubo una explicación convincente. La ropa lavada que ondeaba en las cuerdas del barrio marcando los límites de lo explorable. Y los primeros libros.

Estos días vivo henchido de patriotismo, y es culpa de los Reyes Magos. En mi casa se acordaron de echarme el último de Astérix. En la de mis sobrinos la nueva aventura de eso tan divertido de buscar a Wally y en la de mi amigo Carlos, en forma de depósito, varios volúmenes de Tintín para permitirme completar un par de historias.

Ahí empieza casi todo. Los cómicos juegos de palabras en torno a los héroes de la aldea irreductible, escudriñar de disparate en disparate dónde se metía el tipo del jersey a rayas, la risa con los inagotables epítetos de Haddock. No eran malos cimientos para empezar a construir certezas.

Así que estas entregas en las que sus majestades han pasado por alto generosamente mi edad me han concedido volver a ese terreno seguro de la niñez donde todo estaba un poco más claro. Posiblemente por eso lo primero que hice cuando me encargaron aquel pregón de Semana Santa que el covid se empeñó en ponerme tan difícil fue releer todos mis libros de Flanagan y volver a los primeros discos de Sabina. Viajar en busca de certidumbres.

Luego, es inevitable, la vida te va enseñando grises, matices, contradicciones. En medio del camino de la vida (mejor no echemos cuentas), Dante se adentra en una selva «salvaje, áspera y fuerte». Más o menos ahí estamos. En una jungla donde impera el descaro, el retorcimiento de argumentos o la abierta mentira para anotarse un tanto en la batalla por el relato.

Ya se puede salir a la calle sin vergüenza a exigir la excarcelación de asesinos sanguinarios por el bien de la paz social. Ya se puede defender sin rubor que amnistiar y romper el principio de igualdad ante la ley es bueno para la convivencia. Fenomenal para convivir es que haya un partido que nunca ha condenado la dictadura franquista y sus horrores. Se puede jugar a echarse la culpa de una administración a otra según convenga en función de su color, como si en Salamanca no lleváramos décadas de olvido de todos con independencia del partido que haya gobernado.

Es verdad que a veces asoma algo de esperanza. Como el clamor que crece a propósito del maltrato de Salamanca en infraestructuras (ferroviarias, pero no solo) que empieza a generar una pequeña olita que veremos en qué acaba. El domingo hay que ser muchos y hacer mucho ruido, como cuando en uno de esos interminables partidos en la calle de repente alguien había dicho «quien meta gana». Ahí viene el balón. Botando.

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