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Qué va a ser de Vox

De cuatro alcaldes que tiene la formación política de Santiago Abascal en la provincia, la mitad no descarta abandonarla

Martes, 11 de marzo 2025, 06:00

Es lo que tienen los partidos que nacen del descontento. Que cuando sus popes decepcionan, las pasan canutas o se convierten en irrelevantes. Le ocurrió a Ciudadanos. Ascendió a las alturas en Cataluña con el voto de los desencantados del PP y del PSOE y cuando Albert Rivera se vino arriba, el partido se vino abajo. Podemos también surgió de los indignados que acamparon el 15-M en las plazas de diferentes ciudades de España. Su líder, Pablo Iglesias, explicaba como nadie aquello de la casta, pero eso de comprarse un casoplón nadie lo entendió muy bien. Y Vox irrumpió en la política española hace ya más de una década como contraposición a los «maricomplejines» del PP. Santiago Abascal continúa acaudillando la tercera fuerza política del país pero, según las últimas encuestas, comienza a perder fuelle. Y eso que la incuestionable inutilidad del popular Carlos Mazón para gestionar la crisis de la dana, que asoló Valencia el pasado mes de octubre, provocó que el partido se disparara en todos los sondeos.

Pero el viento rola con demasiada facilidad en estos tiempos inciertos en los que un día te levantas y te dicen que Estados Unidos se ha convertido en el gran aliado de Rusia. Y, aunque no das crédito, te lo crees porque a este mundo ya no hay quien lo entienda.

Y así, ves que Santiago Abascal, ultranacionalista español donde los haya -o al menos de eso presumía-, defiende a muerte a un Donald Trump que quiere hacer la vida imposible a su país y al resto de naciones europeas, simplemente porque defienden a Ucrania, un estado soberano que otro está intentando invadir.

Por eso, no extraña demasiado que Pedro Sánchez no le haya invitado al paripé que ha organizado para este jueves, en el que se va a reunir con todos los grupos políticos, menos con Vox, para hablar del conflicto en Ucrania. Al fin y al cabo, parece que está con el «enemigo», aunque algunas de las formaciones con las que se va a sentar el presidente dentro de dos días no se han caracterizado precisamente por defender a España.

Ya saben, política de postureo. Como la que se vio el pasado viernes en el pleno municipal de Salamanca. La concejala no adscrita -antes de Vox- María Carpio presentó una moción para solicitar que el Gobierno no levante un centro de inmigrantes en la antigua residencia de la carretera de Aldealengua, en el barrio de Puente Ladrillo, «por su impacto negativo en la seguridad, la economía y la estabilidad social de Salamanca». Y los socialistas se le lanzaron a la yugular hasta el punto de llamarle racista, aunque tenga una hija negra y sea responsable de una ONG que trabaja en África. Yo tampoco estoy de acuerdo en relacionar inmigración con delincuencia, pero de ahí a abandonar el pleno, como hizo la edil María García, porque alguien piense así...

Aunque el seguidismo de gorra de béisbol de Abascal a Trump no guste a muchos de sus electores, el principal descosido de Vox se está viendo en la desbandada de algunos de sus cargos electos, que son los que sostienen el partido.

De cuatro alcaldes que tiene la formación política en la provincia de Salamanca, dos de ellos no descartan dejarla próximamente porque se sienten abandonados por el «aparato». Dos de los tres concejales que consiguió el partido en el Ayuntamiento de Salamanca ya se han cambiado de sitio y se han convertido en ediles no adscritos. De trece procuradores regionales verdes en la Junta, ya quedan once. Y este desangrado, fruto del descontento, no está sucediendo solo en Castilla y León.

Todavía no entiendo cómo no lo está aprovechando mejor Feijóo.

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