Nunca me ha gustado la expresión «voto útil». Cada papeleta que se mete en la urna es tan valiosa como sagrada. Da igual el partido político al que se vote. O si se prefiere introducir un papel en blanco. Igual de válido es para la ... democracia el sufragio de quien incluye en el sobre un mensaje lleno de insultos hacia quienes nos gobiernan, a modo de desahogo. Voto nulo, pero respetable.

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Y precisamente, de unos días a esta parte, los dos principales partidos de nuestro país están apelando al voto útil. Uno, el PP, porque no quiere depender de Vox para alcanzar una mayoría suficiente para gobernar. Otro, el PSOE, porque consideran que son la única garantía de progreso para España, aunque sea pactando con quienes quieren romperla. Incluso, un partido minoritario como Vox ha lanzado unos pasquines en los que detalla hasta 18 provincias en las que dicen que si el partido de Santiago Abascal no consigue el último escaño, se lo llevaría el PSOE, SUMAR o los separatistas. Y entre esas circunscripciones mete a León, Valladolid, Burgos, Ávila... e incluso a Salamanca.

No se dejen engañar. A tenor de los resultados obtenidos en las pasadas elecciones municipales y, según todas las encuestas, los partidos que están disputándose ese cuarto diputado son el PP y Vox. Todo parece indicar que los de Alberto Núñez Feijóo tienen asegurados dos escaños en Salamanca, otro lo conseguirían sin problema alguno los adeptos a Pedro Sánchez y el último en liza se juega en la derecha. Y puede inclinarse hacia el centro o hacia la radicalidad.

El vicesecretario institucional del PP y candidato al Congreso por Valencia, Esteban González Pons, no se ha andado por las ramas. En una entrevista concedida a ABC acaba de decir que «todo el de Vox que quiera volver al PP tiene las puertas abiertas». No se puede ser más claro para exponer lo mucho que se juega nuestro país en estas traicioneras elecciones generales veraniegas.

Núñez Feijóo no quiere ni oír hablar de pactar con Abascal. Sin duda, decidió no participar en el debate a cuatro para no escenificar que el líder de Vox es su muleta, como Yolanda Díaz es la de Pedro Sánchez en su camino hacia La Moncloa.

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El gallego quiere ser como Juanma Moreno o Ayuso, no como Mañueco, Guardiola o Mazón. Y está peleando esa victoria palmo a palmo, mitin a mitin, provincia a provincia. En sus discursos, reclama a los votantes que dejen su ideología en un segundo plano para asegurar el cambio. Mira de frente a los indecisos, a los abstencionistas, a los moderados. Su objetivo primordial es que el sanchismo finalice cuanto antes. Por el bien del país.

Y no quiere tener las manos atadas por la extrema derecha recalcitrante. Es consciente de que sería muy difícil la papeleta que le tocaría jugar en el caso de que no obtenga este 23 de julio la mayoría suficiente para gobernar en solitario o con la ayuda de algún minoritario que no sea Vox. Lo tiene complicado, pero no imposible.

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Por eso es tan importante el disputado cuarto escaño en Salamanca. Por eso, en esta ocasión más que nunca, es importante el voto útil. Comprendo que puedan pensar que las candidaturas al Congreso y al Senado que ha presentado el Partido Popular están compuestas por «los de siempre». Entiendo que duden de que realmente vayan a defender los intereses de Salamanca en Madrid. Acepto que depositen el voto mirando hacia otro lado. Pero, ¿de verdad creen que España podría aguantar otros cuatro años de gobierno de Pedro Sánchez?

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