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Mi hijo el pequeño afronta el 28-M de una forma especial. Son sus primeras elecciones y se está tomando muy en serio eso que los cursis denominan ejercer su derecho al voto. Hace unas semanas estaba preocupado porque ningún partido le había enviado propaganda ... electoral. Se sentía abandonado. «Ya se cansará», pensé yo. Pero al ver cómo se le iluminaron los ojos el otro día, cuando abrió el buzón y encontró la primera misiva a su nombre llegué a pensar que todavía pervive la magia del género epistolar.
La desilusión vino después. Tras abrir la tercera carta, me comentó decepcionado que no sabía qué propugnaba cada partido. «He visto la foto del candidato, he leído cuatro párrafos y no me he enterado de qué quieren hacer por Salamanca –me dijo-. ¿No tienen programa?».
Su madre, que es muy lista, le dijo que si quería enterarse bien de qué plantea cada partido en estas elecciones municipales leyera LA GACETA. Y ahí tenemos al chaval con la mesa de estudio de su cuarto llena de periódicos como nunca jamás había visto intentando hacerse una composición de lugar. Ardua labor.
Si al menos viviéramos en Carbajosa, el mozo habría recibido de la candidatura de Ciudadanos, además del típico tríptico electoral, unos caramelos, unos globos y un original juego de la oca inspirado en las calles del pueblo con preguntas y curiosidades de la localidad. Si te aburren las ideas, vota con el estómago.
Hubo un tiempo en que los mítines multitudinarios marcaban el ritmo de las campañas electorales. Los principales partidos llenaban la plaza de toros o el Palacio de Congresos. Nunca entendí a los palmeros que a ellos acudían. Recuerdo que muchos salían con las manos rojas de aplaudir después de haber remarcado cada fin de párrafo del líder, como si hubieran estado en un programa de televisión obedeciendo al productor cada vez que levantaba el cartel de «aplausos». Los había que incluso querían tocar al candidato, como si así fueran a recibir la inspiración política correcta de aquella especie de estrella del rock&roll.
Lejos han quedado aquellos días. No sé si es que no hay presupuesto para montar este tipo de aburridos eventos. Puede que simplemente una plaza como Salamanca no interese demasiado. O que los partidos locales temen que el electorado –hasta el más fiel- haya perdido ese interés por pasar un par de horas adorando al gerifalte de turno. La cuestión es que todo un expresidente del Gobierno como Mariano Rajoy llenó el Patio Chico, todo un reflejo de lo que les digo. Y ayer a toda una ministra como Pilar Alegría la metieron en el Espacio de Participación del barrio de Garrido Norte. Fue todo tan «cercano» que más que un mitin pareció uno de aquellos «encuentros de tupperware». Está claro que los políticos actuales se han vuelto «cholistas»: van voto a voto.
Ahora, los partidos lo fían todo a las redes sociales que, como dicen los gurús, es donde está la gente. Quizás no se han dado cuenta de que, salvo a ese grupo de resentidos que no deja de soltar barbaridades en la red del pajarito azul, a esa gente lo último que les interesa ver en sus redes son mensajes políticos. Bucean en ellas para entretenerse, evadirse, envidiar la felicidad del vecino, no para enterarse de un programa electoral.
Y en esas anda mi hijo. Un mocete, al que le han dado 400 euros para que se los gaste en festivales y videojuegos, al que le han dicho que hacer el interrail no le va a costar apenas y al que escaparse a Madrid no le cuesta un euro. Y aun así –por fortuna- no se ha dejado engatusar y se está tomando en serio encontrar qué quieren hacer nuestros políticos por Salamanca. Mucha suerte el domingo, Javier.
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