Nadie duda ya que Abel Caballero se ha convertido en el cuarto rey mago, en el reno que tira del carro de Santa Claus, en el personaje que es capaz de dar el pistoletazo de salida a la Navidad sin despeinarse un 30 de julio a mediodía, con 30 grados a la sombra.
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El alcalde de Vigo ha logrado convertir a su ciudad en el epicentro de las celebraciones de estos días con cifras mastodónticas. Los dos millones y medio de euros que les cuesta a los vigueses esta faraónica fiesta se convierten en 480 calles iluminadas, 4.000 guirnaldas, 2.500 árboles con luces, un espectacular árbol en la Porta do Sol de casi 50 metros y nada menos que once millones y medio de luces led para conseguir atraer en unos meses a seis millones de turistas.
Al socialista, la apuesta le está saliendo bien de momento y con su característico histrionismo se ha venido arriba y ha retado a ciudades como Nueva York o París para ver quién tiene la luz más larga.
Como no podía ser de otra manera, también tiene sus detractores. Este año el movimiento de Sábanas Blancas se ha hecho notar y son muchos los vecinos que cuelgan níveas telas de balcones y ventanas para protestar por los ruidos, los olores o las dificultades de llegar al trabajo, por ejemplo, que genera este descomunal parque temático en el que se convierte la ciudad gallega.
No voy a relatarles ni el presupuesto que se gasta el Ayuntamiento de Salamanca en celebrar la Navidad, ni el número de luces o de árboles engalanados o de calles iluminadas que presenta estos días nuestra ciudad. Las comparaciones son odiosas y, en este caso, no han lugar. Sin embargo, he de confesarles que, después de pasear estos días por el centro, la ciudad ha quedado preciosa.
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El árbol resulta muchísimo más elegante que la campana del año pasado y mucho más acorde con el entorno monumental. Lástima el gamberrismo que todo lo empaña. En la Redacción ya hemos hecho una porra para ver a cuántos jóvenes va a identificar la Policía local por meterse a armar dentro del árbol antes de que lo retiren. Con eso se lo digo todo. Menos mal que existen otras iniciativas como la que organizan los taxistas de Salamanca y el Rotary Club Plaza Mayor por la que cerca de 240 mayores de residencias pueden salir durante unas horas del lugar donde hacen vida y disfrutar de la decoración navideña en la Plaza.
El mercadillo de la plaza de Anaya tiene su encanto, el espectáculo inmersivo del Huerto de Calixto y Melibea, que este año se titula «La senda de los animales de hielo», es imposible verlo si no esperas una buena cola, los belenes de la torre de los Anaya llaman mucho la atención, el juego interactivo de luces del Patio Chico divierte a los más pequeños y los animales y naturaleza «de hielo» que decoran la plaza de los Leones invitan a ser fotografiados. Pero si hay algo que considero acertado y que debería potenciarse en un futuro son los puntos para hacerse selfis. Sí, esa luna junto a la Casa de las Conchas o esa estrella en la Rúa o los diferentes elementos que puedes encontrar en el Rondín de las Edades del Hombre junto a la Catedral. En un mundo gobernado por las redes sociales, en el que todo se comparte, desarrollar más si cabe esta opción puede resultar un reclamo perfecto para que los turistas tengan un aliciente más para acercarse a Salamanca durante estos fines de semana más fríos.
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De acuerdo, no somos Vigo, pero con muchos menos adornos, también tenemos nuestros encantos en Navidad.
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