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No sé si recordarán aquel precioso homenaje al ingenio español en forma de libro que recopiló el periodista Luis Carandell en su «Celtiberia Show» en 1970. Ante su gran acogida, dos años después, publicó «Celtiberia bis». Y no era para menos. A través de anuncios ... publicados en la prensa de provincias de la época podías descubrir el gracejo patrio y siempre te dejaba con una sonrisa en los labios. En aquel volumen había frases para el recuerdo que no les voy a destripar. Búsquenlo, porque merece la pena.
Si el gran presentador y escritor catalán viajara ahora por nuestras carreteras –le gustaba mucho la Raya, por cierto- seguiría encontrando ese genio que no se apaga, que aparece de vez en cuando en nuestros pueblos.
En Asturias, por ejemplo, un simpático lugareño se ha dedicado a poner apellidos a los nombres de los pequeños municipios. Lo hace con un rotulador negro en los carteles de entrada a la localidad. Y así podemos ver «Turón de Suchard», «Berrón y cuenta nueva», «Spaguetti a la Caborana», «Lada Colau» o «Blimea Ecuatorial».
En Ayódar, un municipio valenciano de apenas 150 habitantes, han colocado un letrero en la entrada que reza: «¡Atención! Estás entrando en territorio rural. Te recordamos que aquí las iglesias tienen campanarios que tocan las campanas, las vacas llevan cencerros que hacen ruido, los gallos cantan a horas intempestivas, los animales cruzan las calles y las carreteras sin avisar, hay agricultores trabajando el campo para producir nuestros alimentos y los tuyos, cuando se abona huele mal. Si no te gusta, te deseamos buen viaje. En caso contrario, serás bienvenido y podrás disfrutar de nuestros paisajes, gastronomía, artesanía… y sobre todo, de nuestra hospitalidad».
Y en Carreña de Cabrales, allá por el mes de septiembre del año pasado, Fidela Díaz Herrero, tiró de sorna y en la tapa de un contenedor pegada a un poste con unos alambres escribió: «Conduce despacio. No sobran vecinos». La moradora de la parroquia asturiana había pasado el verano con el corazón en un puño porque algunos GPS enviaban por error por la carretera que pasaba por el municipio a los conductores que querían visitar Asiegu, localidad que se había llevado el premio al Pueblo Ejemplar de Asturias. Y ya de paso, protestaba porque cada vez queda menos gente en el lugar.
Seis meses después, el escritor e investigador Inaciu Galán compartió la fotografía del rudimentario cartelón en redes y ya saben qué pasa con estas cosas. El original lema llegó al término municipal maño de Atea, donde fueron algo más finos y crearon una auténtica señal de tráfico que decía «Conduce con cuidado, no nos sobra ningún habitante». Quizás pensaban que la frase anterior tenía derechos de autor. Puede ser…
El caso es que finalmente la idea llegó a Salamanca, en concreto a dos localidades que distan entre sí unos cien kilómetros. Primero a Villaflores. Su alcalde, Ángel Manuel Montoiro, del partido España Vaciada, quiso dejar claro tras tomar posesión de su cargo que su municipio iba a ser reivindicativo en ese sentido desde que pones el primer pie en su término municipal.
Y pocos días después a Valdesangil, donde el vecino José Sánchez Amor, quiso potenciar el mensaje colocando una lona con el original lema. Una de las borrascas que azotó la zona en octubre se la llevó por delante, y ahora han puesto otra para que quien pase por la pequeña localidad cercan a Béjar recapacite sobre lo que representa vivir en un pueblo de poco más de un centenar de habitantes. Me sumo a esa reflexión. ¿Y usted?
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