La singularidad de Salamanca no es, ni mucho menos, esa que defiende Pedro Sánchez para Cataluña.
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Aquí lo más cercano que tenemos del autogobierno son los poco más de 1.200 votos que consiguió Unión del Pueblo Leonés en las últimas elecciones municipales.
Aquí lo distintivo es que el Gobierno del estado español -nótese el lenguaje nacionalista que he adquirido- nos prive de un 57% de inversión en 2023, como ha denunciado recientemente la Cámara de Contratistas de Castilla y León. Y todo porque al Ejecutivo se le «olvidó» que tiene que construir el enlace que unirá las autovías A-66 y A-62 a la altura del barrio de Buenos Aires, que debe levantar la prometida tercera sede del Centro Documental de la Memoria Histórica en Tejares, que el futuro cuartel de Ciudad Rodrigo no puede demorarse otros cuatro años más, o de que va siendo hora de que comience la reforma del Palacio de Justicia en Gran Vía.
Aquí tenemos la particularidad de que los tribunales sufren un tapón que imposibilita la conocida máxima de que la justicia debe ser rápida. En apenas un año, los procedimientos pendientes de resolución han crecido un 28 por ciento.
Aquí todavía nos sorprende que Renfe no haya recuperado la cuarta frecuencia del Alvia a Madrid, cuando, por fortuna, la pandemia ya es solo un recuerdo. Nos choca solo un poco que el Alvia que nos comunica con la capital de España pueda tardar lo mismo que el cachazudo Media Distancia sin que el viajero reciba indemnización alguna. Nos asombra que el Gobierno prefiera no reducir el tiempo de viaje de los pocos Alvia que circulan por nuestras vías. ¿Para qué van a vallarlas hasta Medina del Campo si con ello se acortaría el viaje a Madrid en veinte minutos? Sería demasiado normal. Nos desconcierta que el Ejecutivo socialista no desee recuperar el tren Ruta de la Plata para vertebrar el lejano Oeste español a su paso por Salamanca y prefiera mantener la incertidumbre sobre si finalmente invertirá algún euro en retornar la red ferroviaria entre Sevilla y Gijón.
Aquí lo excepcional es que el Ministerio de Transportes retome un plan que suprime las paradas de autobús en 33 localidades de la provincia, lo cual va a suponer el aislamiento de transporte público por carretera de unos 17.000 salmantinos.
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Aquí lo peculiar es que un joven consiga estudiar un grado universitario en su provincia, a pesar de que en otras comunidades autónomas es más fácil alcanzar una mejor nota de corte porque no hay una EBAU única en toda España.
Aquí lo raro es que no haya industria apenas, que los jóvenes se vayan fuera de nuestras fronteras a buscar un futuro mejor, que los pueblos se vacíen sin remedio y que haya que poner dinero para montar un bar como elemento excepcional para fijar población.
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Pero esta no es la singularidad de Salamanca para Pedro Sánchez. Lo que verdaderamente hace singular a nuestra provincia es que sea el granero de votos del Partido Popular. Que, después de las meteóricas irrupciones años atrás de Ciudadanos y Vox, en las elecciones municipales y generales del año pasado el PP obtuviera cerca del 47 por ciento de los votos. Y que en los últimos comicios europeos, los de Feijóo rozaran el 50 por ciento de los sufragios, convirtiéndose en la tercera provincia española con mayor respaldo a los populares tras las gallegas Lugo y Orense.
La singularidad de Salamanca la acabará definiendo en un 'tuit' nuestro amigo, y sin embargo ministro de Transportes, Óscar Puente, como un «saco de mierda». Para sus intereses, claro. Al tiempo.
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