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Salamanca toca el cielo

Aquí, en Salamanca, no sé si llegamos a tocar el cielo. Pero, desde luego, puedo asegurarles que tenemos el cielo ganado

Martes, 18 de marzo 2025, 06:00

Siempre me han intrigado los mensajes subliminales que escondían los eslóganes turísticos. Les invito a que, mientras leen estas líneas, busquen el sentido oculto al archifamoso, antiguo y contradictorio eslogan «Spain is different», al recordado «Asturias, paraíso natural», a los sugerentes «Cantabria infinita» o «Galicia, ¿me guardas el secreto?» o al popular y a la vez polémico «Madrid te abraza».

Viene el planteamiento de este ejercicio a cuento de que ayer, el concejal de Turismo, Ángel Fernández Silva, presentó el último lema con el que Salamanca se va a vender al mundo. En concreto, a los millones de habitantes que pueblan la capital de España y que utilizan a diario los cinco grandes intercambiadores del transporte público. En grandes pantallas, los madrileños podrán disfrutar de maravillosas imágenes de nuestra ciudad al tiempo que sus mentes serán bombardeadas con el eslogan «Salamanca toca el cielo».

La intención de los publicistas en este caso resulta bastante sencilla. La frase pretende evocar el Cielo de Salamanca, la obra de Fernando Gallego que puede contemplarse en las Escuelas de Menores de la Universidad y que todos recordamos por el logotipo del 2002, y a la vez dos de los reclamos turísticos más relevantes de la ciudad, que invitan al visitante a subir a las alturas. Las vistas desde Ieronimus en la Catedral o Scala Coeli en la Universidad Pontificia no dejan indiferente al viajero, que puede llegar a sentir la caricia de las nubes.

Esperemos que los capitalinos no se mosqueen por competir con su castiza frase «De Madrid al cielo», que todavía puede verse entre grafitis sobre la M-30, en el puente peatonal que conecta Moratalaz con el parque de Roma, y que ilustra camisetas y souvenirs.

Confiemos en que, a raíz de esta campaña publicitaria, las chulapas y chulapos de la villa y corte sientan la curiosidad de acercarse hasta aquí para comprobar si realmente palpamos el firmamento.

Pero por muy sugerente y atractiva que resulte la frase, por desgracia la cruda realidad es que Salamanca dista mucho de tocar el cielo precisamente.

Una cosa es la altura y belleza de los monumentos que nos rodean y otra muy distinta el día a día de una sociedad envejecida, ninguneada por las administraciones y de incierto futuro. Un bello y seguro municipio del que escapan sus jóvenes talentos, en un incesante goteo, porque no encuentran una oportunidad para desarrollar todas sus capacidades. Una ciudad maravillosa y tranquila en la que resulta una quimera crear un proyecto de vida porque los precios de las viviendas o sus alquileres sí que están por las nubes. Un espacio limpio y agradable con demasiadas calles adornadas por innumerables letreros de «se vende» o «se alquila» en los locales comerciales. Un fantástico lugar situado en el Oeste de España al que cada vez resulta más difícil viajar en ferrocarril desde cualquier punto cardinal por el empecinamiento del Gobierno central de tenerlo marginado sin trenes y sin las frecuencias suficientes. Un magnífico espacio donde, a pesar del esfuerzo realizado por el Ayuntamiento durante los últimos años, todavía faltan muchas zonas verdes. Un bonito emplazamiento donde los trabajadores viven con sueldos notoriamente bajos y contratos demasiado temporales y estacionales. Un sitio estupendo en el que todavía se pueden ver «colas del hambre» frente a los comedores sociales y una cronificación de la pobreza que a nadie parece importar.

Aquí, en Salamanca, no sé si llegamos a tocar el cielo. Pero puedo asegurarles que tenemos el cielo ganado.

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