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Que sí. Que Pedro Sánchez va a vender este país que antes se llamaba España por un puñado de votos 'indepes' para continuar disfrutando del Falcon. Que cada vez está más cerca la llegada de Puigdemont a Cataluña al grito de «Ja sóc aquí». Que ... a partir de ahora, cuando veamos un debate en el Congreso de los Diputados vamos a tener que utilizar la traducción simultánea. Que la brecha entre las comunidades autónomas de primera y de segunda continuará acrecentándose. Que en muchas regiones españolas resulta asfixiante vivir -lo conozco de primera mano- por el entramado creado durante años por los movimientos separatistas para perjudicar al que no piensa como ellos. Que resulta insufrible ver cómo se ríen ante nuestra cara los Otegui, los Junqueras, los Aragonés y demás políticos de esta ralea fundamentalista. Que no hay quien aguante más.
Sin embargo, no es de recibo perder los papeles como lo hicieron las personas que se manifestaron este domingo para protestar contra la Ley de Amnistía en Salamanca, en Zamora y en Barcelona.
Los ánimos están muy caldeados y cuando no hay respeto ni educación se pierde la razón.
En la Ciudad Condal los manifestantes interrumpieron un minuto de silencio que se estaba celebrando en la plaza de Sant Jaume para recordar a las víctimas del terremoto en Marruecos. Al grito de «Puigdemont a prisión» y «amnistía, no» boicotearon un acto que nada tenía que ver con el separatismo, en el que se rezaba -cada uno a su manera- por el alma de más de 2.000 personas.
En la capital de nuestra vecina provincia los indignados se encararon con miembros de la Asociación de Músicos y Bandas de Zamora (Mubaza), que al mediodía ensayaban para celebrar horas después un «Tardeo musical». «Cantad en español, payasas», llegó a gritar un exaltado a las componentes del grupo Huckelberry. Idiotas, subnormales, perroflautas... fueron otras lindezas que tuvieron que aguantar de un centenar de personas que portaban banderas españolas.
Y nuestra Plaza Mayor también fue testigo de su estulticia. Los tamborileros llevan treinta y cinco años celebrando su día en las Ferias y Fiestas de Salamanca. Durante doce meses preparan a conciencia esa gala porque actuar en el escenario del recinto monumental más bonito del mundo no es cualquier cosa. Y el domingo tuvieron que aguantar los gritos de esta cuadrilla de fanáticos hasta el punto de que tuvieron que detener su espectáculo para que los intolerantes lanzaran sus soflamas. Un domingo de fiesta, en una ciudad donde reina la calma, se convirtió durante unos instantes en uno de esos territorios que tanto critican. A mí me recordó a determinadas zonas del País Vasco o de Cataluña donde parece que el que más grita es quien tiene la razón.
No llegaron a las manos, menos mal. Pero tuvo que intervenir la Policía para que las actitudes incendiarias no se propagaran.
Estas manifestaciones no estaban autorizadas. Se habían convocado a través de mensajes que llegan a los teléfonos móviles a través del Whatsapp. No se sabe muy bien quién las convoca y las mueve. En algún caso nos llevaríamos una sorpresa si lo llegáramos a conocer. El objetivo es provocar, irritar, instigar. Los autodenominados «españoles indignados y angustiados con la agresión a la democracia» ya han demostrado cuál es su talante. Y gracias a él y a este tipo de actuaciones va a ser difícil lograr mayorías electorales que puedan luchar de verdad contra la loca carrera de Pedro Sánchez por gobernar.
Yo solo les pediría una cosa: que se relajen un poquito, por favor.
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