Uno ve la alegría desbordada de los miles de participantes en la celebración del Día del Orgullo LGBTIQ+ en Madrid y reconoce que esta serie de actos, que transforman la capital de España durante un fin de semana, está perfectamente organizada y politizada. Es la ... constatación de que el lobby gay funciona como un reloj. Tiene -digámoslo así- hasta un tufillo capitalista, por mucho que los partidos de izquierda quieran acaparar la celebración. Porque, no nos engañemos, en este colectivo hay negocio. Y mucho.

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Dentro de los diversos grupos de presión feministas están los que hacen hincapié en las agresiones de la violencia de género, una lacra que cada vez está más visibilizada gracias a las ingentes cantidades de dinero que se destinan a tal fin.

Incluso existe un lobby para luchar contra los accidentes de tráfico que cada fin de semana siembran de muerte y tristeza las carreteras españolas.

Pues bien, ni las agresiones homófobas con resultado muerte, ni los asesinatos por violencia de género, ni siquiera los siniestros mortales en el asfalto suman tantas muertes como los suicidios en España.

Por primera vez en la serie histórica, que comenzó en 1906, han sido más de 4.000 las personas que se han quitado la vida en un año. En concreto, 4.003 en 2021. Ojo, y según la Organización Mundial de la Salud, por cada muerte hay veinte intentos de suicidio. Así que háganse una idea de la magnitud de este problema. Un asunto que no parece importar demasiado a nuestra clase política. Las mentes inestables deben ser más difíciles de convencer a la hora de depositar el voto en la urna. O simplemente, hablar de suicidio no vende tanto como de los colectivos que apuntaba al inicio de este artículo.

En otros países, donde el porcentaje de suicidios es mayor, se ha creado ya hasta un ministro para la Soledad. Es el caso de Japón, que consiguió reducir el número de muertes por este motivo gracias a unas políticas activas que, sobre todo, incrementaron los recursos para tener una Atención Primaria Psicológica de calidad. Para ello, hace más de quince años aprobaron una Ley Básica para la Prevención del Suicidio. Y es que hace tres años -¿recuerdan que hubo una pandemia?- tuvieron seis veces más muertes por suicidios que por coronavirus.

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Cuando a mediados del mes pasado, una persona intentó quemarse a lo bonzo junto a la gasolinera de la Puerta de Zamora, saltaron las alarmas. Esa semana fue especialmente virulenta. Conocimos cómo dos personas se quitaron la vida en Salamanca y cómo la Policía tuvo que asistir a otras cinco al menos que intentaron hacer lo mismo. ¿El calor? ¿La cercanía de la luna llena? ¿La falta de una atención psicológica adecuada...?

La situación se ha vuelto dramática. Y no es una cuestión únicamente de personas mayores. El Observatorio del Suicidio en España refleja que se ha duplicado el suicidio de niños menores de quince años en apenas un año. Por eso, no es extraño que haya ya casi 70 centros educativos en la provincia que cuentan con un profesional para prevenir las conductas suicidas. Se busca alcanzar una ratio de 250 alumnos por cada orientador en este asunto, frente a los 400 actuales. La detección precoz y la coordinación entre los diversos sectores que actúan en la educación y la sanidad de un menor resultan fundamentales para no llegar a episodios trágicos.

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Entiendo que estas personas con enfermedades mentales que les llevan a este extremo no resultan atractivas ni política, ni económicamente. Pero, ¿para cuándo un lobby de los suicidas?

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