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A escasas horas de que 2025 aparezca por el umbral de la puerta y brindemos por un año nuevo lleno de felicidad, es momento de expresar nuestros deseos para los próximos doce meses que nos aguardan.
Lógicamente, si en 2024 el mundo ha alcanzado el pico más alto de conflictos bélicos desde la II Guerra Mundial, hay que pedir paz. En Ucrania, en Gaza, en Etiopía, en Sudán, en Afganistán... en las 56 contiendas activas en este momento en el mundo, en las que están involucrados nada menos que 92 países. Que se dice pronto...
Una concordia necesaria también en nuestro país. Independientemente de los continuos ataques a la Constitución o de los escándalos que tienen en los juzgados, día sí, día también, a miembros de la familia del presidente del Gobierno, no puede ser que en el año que hoy termina Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo no se hayan reunido ni una sola vez. Eso solo demuestra que la inquina entre ambos sobrepasa la política y llega a la aversión personal. ¿Cómo es posible que no se hayan sentado en una misma mesa tras una tragedia como la que se ha vivido en Valencia, con 223 muertos y todavía 3 desaparecidos? ¿No se les cae la cara de vergüenza?
Por aquí, por el lejano Oeste español donde nos ha tocado vivir, hay muchas reclamaciones de cara a 2025. Yo me centraría en que seamos todos más inconformistas, más reivindicativos, que no callemos ante las tropelías y las injusticias. De lo contrario, seguiremos sufriendo el abandono gubernamental en materia de comunicaciones ferroviarias, continuará el incesante cierre de negocios locales porque no merece la pena tenerlos abiertos, se prolongará la diáspora de jóvenes talentos que no encuentran en su tierra el trabajo adecuado o se alargará la idea instalada en las mentes de nuestros hijos de que acceder a una vivienda digna es misión imposible.
También demandaría que no nos dejemos engañar. Que nos demos cuenta del verdadero motivo por el que se han prolongado los abonos gratuitos del transporte en tren que nos comunica con Madrid, algo que -no lo olvidemos- pagamos entre todos. Que no nos dejemos abducir por esa corriente que iguala a inmigrantes con delincuentes, cuando sabemos -muchos lo hemos vivido en casa- que si uno deja su tierra no es por gusto sino para buscar un futuro mejor para su familia. Que no nos obnubilemos con esa maravillosa vida de «reel» de Instagram, que nos tiene durante horas con la cabeza gacha y el índice en constante movimiento, cuando la realidad es que hemos perdido poder adquisitivo y todavía se ven colas del hambre a la vuelta de la esquina.
Y para que las falsedades no empañen nuestra visión del mundo, reivindicaría el trabajo de los medios de comunicación serios. En este 2025 que va a empezar lean periódicos, escuchen la radio, vean la televisión. No se informen por las redes sociales, que eluden continuamente sus responsabilidades sobre lo que se publica en ellas. Comprendo que muchas veces las actuaciones de la clase política dejan mucho que desear. Y que cada vez más personas se echan en brazos de visionarios populistas que manejan ese mundo digital como nadie. Por eso precisamente resulta más necesario que nunca volver a informarse a través de la prensa.
Tengo la sensación de que vivimos en una especie de burbuja, de la que no queremos salir. Una pompa en la que nos sentimos seguros y desde la que miramos hacia fuera con recelo mientras rumiamos un «virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Y no debería ser así.
Pues eso, salud y que levante toda esta niebla.
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