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Vivir en Salamanca es lo que tiene. Que se puede escuchar en directo a todo un premio Nobel de Literatura como quien no quiere la cosa. Ocurrió hace casi diez años en el Paraninfo de la Universidad. Después de haber recibido las más altas condecoraciones de la literatura universal, Mario Vargas Llosa fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca un 17 de septiembre de 2015.
El autor de «La ciudad y los perros», «Conversación en La Catedral» o «La fiesta del Chivo» falleció este domingo en Lima a los 89 años y las palabras que pronunció aquel día poseen hoy una vigencia demoledora. Este incómodo intelectual se hizo varias preguntas para explicar su vocación de escritor y llegó a una brillante conclusión: «Un pueblo contaminado de ficciones es más difícil de esclavizar que un pueblo aliterario o inculto. La literatura es enormemente útil porque es una fuente de insatisfacción permanente; crea ciudadanos descontentos, inconformes. Nos hace a veces más infelices, pero también nos hace muchísimo más libres».
En esta sociedad de ruido constante, que quiere entretenernos hasta la muerte, en la que lo importante no es ya que se censure un libro sino que pocos quieran leerlo, la frase de Vargas Llosa, pronunciada en el Estudio salmantino, emerge con la fuerza del rebelde que no se resigna a seguir la corriente.
El mensaje es nítido. Lean. Da igual que sean novelas, poemas, ensayos, obras de teatro, cuentos, noticias... hasta artículos de opinión de juntaletras en periódicos de provincias. No dejen de leer.
Nos quieren acomodados, resignados, apesebrados. Y eso se consigue si perdemos el hábito de la lectura, si pasamos horas y horas mecidos en la dictadura del «reel», si nos abandonamos a la tiranía del «like». Adormecidos en esa corriente, no sorprende la aparición de presidentes de naciones, democráticamente elegidos, capaces de hacer tambalear el mundo con decisiones más propias de un lunático que de un líder político sensato.
Recordaba el autor peruano, en aquella ocasión en la que ingresó en el Claustro de Doctores de la Universidad de Salamanca, que aprendió a leer a los cinco años y que era la cosa más importante que le había pasado en su vida.
No importa que no hayan leído nada de este monstruo de la literatura en castellano que acaba de fallecer. Da igual que nunca les hayan llamado la atención las obras de nuestro vecino Gonzalo Torrente Ballester y que solo sepan que escribió «Los gozos y las sombras» porque vieron la serie protagonizada por Charo López. No se sonrojen si no han hojeado alguna de las obras de la salmantina Carmen Martín Gaite, de quien este año se cumple el centenario de su nacimiento. Aprovechen cualquier motivo para bucear en las páginas de cualquiera de las obras de estos tres grandes de las letras. O de otros.
Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en Estocolmo, Vargas Llosa aprovechó para hacer un elogio de la lectura. «Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir -dijo-, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida».
Por eso, sigan leyendo, inculquen en sus hijos el amor por la lectura, atraigan a sus nietos hacia la pasión por los libros. Solo así crearemos una sociedad tolerante, comprometida con la libertad, contestataria y llena de incorformistas.
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