Gran parte del estrepitoso fracaso de ERC en las elecciones catalanas del domingo se debió a su pésima gestión de la pela. Es decir, que aunque la mitad de los ciudadanos de Cataluña sueñen con la independencia en la intimidad, lo que verdaderamente les importa ... es que sus servicios públicos funcionen como un reloj, no como lleva ocurriendo durante los últimos años.

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Esta mala administración de los caudales públicos me ha tocado muy de cerca hace unos días. Mi familia vive en Navarra, una comunidad autónoma que ha tenido fama de gozar de una Sanidad encomiable. Los extemporáneos fueros han facilitado desde siempre una forma de llevar las cuentas más autónoma y cercana y, según han defendido, con mejores resultados. Todavía recuerdo cuando íbamos al Pirineo de excursión y circulabas por una carretera navarra en perfecto estado de conservación, cruzabas a Huesca y la calzada se convertía en un auténtico camino de cabras, y volvías a pisar suelo navarro y tus amortiguadores dejaban de sufrir. Era el claro ejemplo de las cosas bien hechas y motivo de orgullo de vivir allí.

Pues bien, las cosas han cambiado mucho desde entonces. Pongo un ejemplo. Mi padre estaba en lista de espera para ser atendido por el cardiólogo. Nada grave, pero ante unas pruebas que no tenían buena pinta, el médico de familia consideró que debía verlo un especialista. Han pasado tres años y no ha recibido cita alguna por parte del Servicio Navarro de Salud, que gestiona Fernando Domínguez Cunchillos, el consejero colocado a instancias de Geroa Bai, la coalición nacionalista vasca que, junto a otros partidos, dio al PSOE el gobierno de aquellas tierras. La cuestión es más sangrante todavía. Cuando mi hermana presentó una reclamación por esta demora, se enteró por boca de un funcionario que el nombre de mi padre había desaparecido de la lista de espera. Le habían dado el alta sin verlo. De oficio. Suponían que si no habíamos protestado, estaría siendo atendido por la sanidad privada, o no era tan urgente, o... pongan ustedes el tercer y drástico supuesto. Y así es como se reducen las listas de espera en aquella comunidad autónoma. Ahora, eso sí, los pacientes que no acudan un cita sanitaria sin causa justificada pueden ser sancionados. Así está el patio por allí.

Por estos lares, vislumbro la cara de satisfacción de la Agencia Tributaria. En Salamanca ha recaudado lo nunca visto en este inicio de año. Las arcas estatales no percibían tanto dinero por IRPF -98 millones de euros- desde el inicio de la crisis de 2008. Y los consumidores salmantinos hemos pagado por IVA en estos tres meses un 42% más que hace tres años.

Otra cosa muy distinta es cómo va a revertir ese dinero que sale de nuestros abnegados bolsillos en nuestra vida cotidiana. Me temo que, o esto cambia mucho, o continuaremos siendo la cenicienta que nunca que se queja y a la que todos menosprecian. Esa provincia que pierde población y servicios sin que nadie mueva un dedo porque sus ciudadanos no saben protestar. Esa provincia a la que un ministro de Cultura como Ernest Urtasun ningunea llevando el Archivo de las Brigadas Internacionales a Alcalá de Henares, en lugar de que esos fondos se depositen en el Centro Documental de la Memoria Histórica, que para eso se creó mientras el PSOE expoliaba el antiguo Archivo de la Guerra Civil. Esa provincia que aguanta estoicamente durante años las mentiras de un gobierno central a la hora de recuperar las frecuencias ferroviarias que tenía antes de la pandemia. Esa provincia, en fin, que paga la fiesta sin rechistar recibiendo muy poco o nada a cambio.

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