Les gusta tenernos entretenidos. Y controlados. Ahora se acaban de inventar lo del «pajaporte», un carné para intentar impedir que los menores accedan a páginas porno. La loable iniciativa, denominada Cartera Digital Beta, busca verificar la edad de las personas que navegan por ese tipo de portales para imposibilitar que entre en ellos quien no tenga 18 años cumplidos. ¿Cómo? A través de un sistema, que solo podrá operar en páginas de adultos alojadas en España, y que obligará también a los mayores a dar su DNI para entrar en esos sitios web donde impera la lujuria y el mal gusto. El ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, José Luis Escrivá, ha asegurado que la aplicación en cuestión garantiza la privacidad de las personas. Pero, ¿alguien se fía? A tenor de las críticas recibidas, no parece plausible la solución planteada por el Gobierno a un problema que no es baladí. Sin embargo, con este tipo de ocurrencias, carne de meme, se desvía la atención de otros asuntos más relevantes.

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Y no me refiero a las idas y venidas de la esposa del presidente del Gobierno a los juzgados de plaza de Castilla. Me preocupa más la deriva autoritaria que está tomando el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez.

A las amenazas a los jueces, ahora le toca el turno a la prensa. Faltan diez días para que presente en el Congreso el denominado plan de calidad democrática, aquel que anunció tras su retiro espiritual de cinco días por amor. Y en él, según se ha ido sabiendo, se va a modificar la ley de publicidad institucional, se pretenden reformar las leyes orgánicas de Derecho al Honor y Derecho de Rectificación e incluso dicen que exigirá a Google desvelar cómo selecciona las noticias a la hora de mostrarlas en su buscador. Vamos que le cuente al Gobierno el secreto de la Coca Cola. Ja.

Desde luego, si estamos esperando regeneración democrática desde un Ejecutivo que ha colocado al frente de la agencia EFE a quien fuera secretario de Estado de Comunicación entre el 2018 y el 2021, durante el mandato de Pedro Sánchez, o que ha puesto a dirigir la televisión pública española a una militante del PSOE, vamos apañados. Seguro que habría sido muy difícil encontrar a periodistas sin una significación política tan pronunciada para ocupar estos cargos sobre los que no debería sobrevolar duda alguna.

Pero, siendo grave, tampoco me lleva al desasosiego. Lo que verdaderamente me inquieta es que uno de cada cuatro jóvenes españoles de entre 18 y 34 años no considere que la democracia sea preferible a cualquier otra forma de gobierno. Lo revelaba el CIS en su última encuesta sobre hábitos democráticos. Y el organismo que se dedica a la elaboración de sondeos para el gobierno catalán iba más lejos. Desvelaba que los jóvenes preferían la prosperidad económica a la democracia. Querían un nivel de vida acomodado, aunque vivan en un país que no sea del todo democrático. Y eso es muy grave.

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Nos encontramos con una juventud que no ve alternativas y se echa en brazos del populismo. Jóvenes que se ríen cuando dicen que han votado a Alvise porque Vox -el partido que amenaza con romper sus pactos de gobierno con el PP en las comunidades autónomas si reciben a «menas»- se les queda a la izquierda. Jóvenes que culpan a los inmigrantes de la falta de empleo, aunque sepan que existen cantidades de trabajos por ocupar. Jóvenes que no ven futuro laboral, que no encuentran forma de acceder a una vivienda, que han nacido en crisis y que piensan que en crisis morirán. Leía ayer que el peligro para las democracias ya no son los golpes de estado. La amenaza la tenemos dentro de la propia democracia.

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