Ejercicio matemático. El Reina Sofía, el feudo donde juega el Unionistas, batió este año su récord de espectadores con la visita de todo un Deportivo de La Coruña. Casi 5.000. El Salamanca aseguró que más de 6.500 seguidores habían apoyado al equipo en ... el Helmántico hace apenas unos días en el partido de playoff contra el Astorga. Dicen que unos y otros no se pueden ni ver. Dicen que no hay una verdadera afición al fútbol en Salamanca. Entonces, ¿de dónde salieron los 15.000 aficionados que abarrotaron este domingo las maltrechas gradas del Helmántico?

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No fueron a ver al Atlético de Madrid, como ocurrió hace siete años cuando los colchoneros se enfrentaron en Copa del Rey al Guijuelo y la directiva chacinera decidió, con buen criterio, que el partido podría disputarse en el templo del fútbol salmantino para disfrute de todos los amantes del balompié que pueblan estas tierras.

Ni tampoco al Real Madrid, que hace tres años podría haber pisado el césped del estadio de donde salió derrotado un 4 de septiembre de 1977 por goles de Tomé y Álves, a pesar de que se había adelantado en el marcador por mediación de un salmantino: Vicente del Bosque. No lo hizo porque otra directiva, la del Unionistas, prefirió junto a los socios del club, jugar en las Pistas otra eliminatoria de Copa del Rey y, como dijeron en su día, «no traicionar sus valores».

No, 15.000 salmantinos se dieron cita en la catedral del deporte charro para ver un partido de ascenso a Segunda Federación, la cuarta categoría del fútbol español. Y fueron con toda la ilusión del mundo. Prepararon un recibimiento al equipo de los de poner los pelos de punta. Aguantaron estoicamente la horrorosa organización del club en el acceso a las gradas. Hubo gente haciendo cola para entrar en Tribuna y después de no dejarles acceder a esa zona tuvieron que aguantar otra larga fila para entrar en Preferencia. De hecho, hasta diez minutos después de que comenzara el encuentro no estuvo todo el mundo acomodado en su sitio. Los bares apenas funcionaron por falta de personal. Y eso que se sabía que el estadio se iba a llenar.

La imagen del partido llegó después de la granizada. Seguidores del equipo retirando el agua estancada en un córner con cubos, fregonas, escobones, banquillos y hasta una camilla de Cruz Roja. No había en las instalaciones una bomba para achicar agua. Otra vergüenza más para añadir en el debe del presidente de este club, Manuel Lovato. Los chavales vieron la segunda parte descalzos. Poco les importó si se cogían una pulmonía por su equipo.

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Se quejaba hace unos días en estas mismas páginas el expresidente del Unionistas, Miguel Ángel Sandoval, el mismo que ayer lanzó en sus redes sociales un ambiguo mensaje de «enhorabuena» al terminar el partido, que Salamanca solo se mueve para el deporte cuando un equipo se juega una salvación o un ascenso. Puede que tenga su parte de razón. Sin embargo, convendría recordarle que no todos los equipos de esta provincia mueven a 15.000 personas para vivir un partido de ascenso a otra categoría o para salvar la que tienen. Es posible que haga falta el misticismo de un estadio. O cambiar la forma de presentarse ante la sociedad, sin destilar tanta inquina hacia el contrario. O virar hacia otra política que no se rija por el «o conmigo o contra mí». Quizás la nueva directiva del Unionistas, el club que deportivamente domina sin discusión el fútbol charro en estos momentos, debiera reflexionar y preguntarse por qué su masa social no crece más. El último intento de unidad ha fracasado. ¿Cómo solucionamos esta enorme orfandad?

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