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Dos años han pasado ya desde que Carlos García Carbayo tomara el mando del PP salmantino. Todavía resuena en el Palacio de Congresos el célebre «aquí mando yo» que dejó patidifusa a media familia popular más acostumbrada al talante conciliador «sorayista» de Javier Iglesias. Fueron momentos y palabras que sorprendieron hasta al líder regional pero que a la postre han servido para evitar que aflore un nuevo sector crítico como le ocurrió a Iglesias en el epílogo de su gestión. Tardó en reaccionar Carbayo un año hasta que nombró su Ejecutiva provincial, pero ahora ya sí puede decir que se nota su mano. Más movilización, más viajes por la provincia y mayor presencia en los medios de comunicación de sus portavoces, sus parlamentarios y sus procuradores. Entre las cosas que le quedan por mejorar al partido está la de encontrar una función al presidente adjunto, que ante los ojos de los militantes figura en el staff sin que se sepan bien sus labores. Contrasta su escasa presencia pública con la del secretario provincial, que además de dejar su sello en el partido lo proyecta. Tampoco estaría de más un cambio en Nuevas Generaciones para que sea un espacio abierto a todo tipo de jóvenes, no solo al «cayetanismo», y una mejora de la sede provincial para convertirla en un lugar moderno que no parezca un edificio de oficinas y que al menos cuente con un pequeño auditorio -ya sé que con este me meto donde no me llaman-.
En el PSOE, David Serrada no tiene rival a nivel interno. No hay contestación a su gestión. Nadie del sector crítico se ha atrevido a dar el paso de enfrentarse en unas Primarias al diputado nacional. Si lo hiciera habría sido un fracaso asegurado. Cuando llegó a la Cuesta de San Blas para sustituir a Fernando Pablos, Serrada hizo algo muy bien, que fue deshacerse de mucha rémora que lastraba el progreso de un partido que necesitaba un giro de 180 grados. Además Serrada renovó la cúpula con jóvenes que emiten una mejor imagen externa. Ese acierto sería pleno si alguno de ellos no pensara que su cargo y su sueldo son vitalicios, pasándose por el arco del triunfo la libertad de prensa de aquellos a los que llama fachas sin darse cuenta de que con ese odio y esa maldad el facha y el intolerante es él. El 26 de abril Serrada tendrá un nuevo paseo triunfal que le servirá para renovar ese poder del PSOE local, un poder que dejará de estar condicionado desde el momento en el que Pedro Sánchez salga de Moncloa, que no tiene pinta de estar cerca. Queda la duda de saber cómo mezclará con el nuevo secretario regional, aunque ya se sabe que si aporta votos cualquier relación personal siempre será inmejorable.
En Vox las aguas están muy revueltas. Parece un partido creado para no estar tranquilo nunca. La situación nacional de la formación no ayuda a que un partido bisoño madure en Salamanca como debería hacerlo en una provincia de derechas. El lío en el grupo municipal, provocado por dos concejales más pendientes de su economía que de los compromisos adquiridos con sus votantes, solo sirve para profundizar en el rechazo que ha producido la llegada de «rebotados del PP» a un partido que precisamente se había nutrido hasta ahora de rebotados de otros partidos, también del PP. Vox debe mejorar en Salamanca su política de comunicación. No puede ser que el portavoz en el Ayuntamiento anunciara una rueda de prensa en la que la cúpula provincial iba a dar información sobre la situación del partido y 20 días después nadie haya convocado nada.
Con este popurrí político, los partidos se preparan para el órdago que Carlos Martínez ha lanzado a Mañueco. El presidente tiene en su mano apretar el botón del pánico y llamarnos a las urnas. Seguramente poco cambiaría.
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