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Cuando el fondo de una protesta cuenta con un apoyo casi unánime quiere decir que la reivindicación es justa. Otro cantar son las formas, ya que se puede llegar a perder la razón si no se actúa con respeto y mano izquierda. Los agricultores y ganaderos han tenido que montar el pollo con sus tractores para que la sociedad española sepa que se trata de un sector fundamental para que el futuro de nuestro país no vuelva al más turbio pasado.
A un agricultor o a un ganadero le puedes mandar al campo 14 horas al día y no se va a quejar, pero no le obliguen a estar una hora sentado en una mesa camilla introduciendo los datos de su explotación en un ordenador o en una aplicación móvil porque le acabas dando la estocada. El sector primario cuenta con gente joven, pero la mayoría de las personas tienen ya una edad avanzada y no están preparadas para una burocracia que además del tiempo les quita la ilusión y les anima a mandar su profesión al carajo.
Al agricultor y al ganadero le pasan cosas que no le ocurren a la mayoría de los sectores, y es que a la hora de comprar los productos que necesitan para labrar las tierras el mercado les pone los precios, y a la hora de vender el rendimiento de la tierra les ocurre lo mismo. Eso, unido a un ecologismo extremo, al ninguneo social y a una PAC cada vez más perjudicial ha hecho estallar al sector. Pues bien, todo eso, que en términos económicos es fundamental, es menos grave que el proceso de digitalización al que quieren someter al campesino desde los despachos de Bruselas en los que lo más parecido que han visto a una espiga es la pajita con la que se beben el cóctel.
La tractorada de ayer en Salamanca fue un verdadero éxito a pesar de la desorganización. Que llegaran a la ciudad un millar de tractores y que la gente en las calles mayoritariamente aplaudiera a los que producen para darles de comer es el mejor aval para un gremio que en cambio ayer sí evidenció falta de unión en determinados momentos de la protesta. O van todos a una como Fuenteovejuna o fracaso a la vista.
Los agricultores han abierto la veda de lo que debería ser una paralización total del país. Es necesaria y urgente una huelga general para detener las tropelías a las que la sociedad está siendo sometida. España tiene que plantarse. El hecho que de que amnistíe a delincuentes no es tan grave como que un Gobierno ceda a cada chantaje y cada condición que le pongan para generar desigualdades entre españoles y para acabar con la separación de poderes. Eso en cualquier Estado democrático es motivo de un levantamiento general. Pero España está aborregada gracias a la camperina que esparce el Gobierno. Las paguitas son migajas, pan para hoy y hambre para mañana. Tiene toda la pinta que los transportistas van a tomar el relevo de los agricultores y esa puede ser la mecha de una revolución tan necesaria como preocupante.
El principal hándicap serán los sindicatos. Lamentablemente, en este país la politización de los defensores de los trabajadores es vergonzosa, piensan únicamente en su cuenta corriente y en su fiesta y les importa un bledo lo asfixiado que esté el proletario. Tenemos el litro de gasóleo a 1,60 euros, la barra de pan a 1,15, el litro de aceite de oliva a 10 pavos y el kilo de panceta de cerdo a 7. Encender la calefacción no está al alcance de cualquier familia, la hipoteca cada día es más cara y los jóvenes ni se plantean independizarse. Con un panorama así la huelga general está más que justificada.
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