Dios me libre del día de las alabanzas… Esa frase, que me decía mi abuelo cuando yo era muy pequeño y que apenas llegaba a comprender, cobra protagonismo con la salida por la puerta de atrás de Luis Tudanca de la cúpula del Partido Socialista de Castilla y León. No hay mejor resumen para explicar lo que está sucediendo en el socialismo de la Comunidad.
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El cadáver político del burgalés apenas ha sido velado y ya tenemos en el púlpito al nuevo «mesías» enviado por Pedro Sánchez. Carlos Martínez se llama. Es soriano y viejo conocido por los salmantinos por aquellas reuniones de las fusiones de las cajas que nos dejaron sin parte de la esencia de la ciudad, y lo que es más grave, con mucho menos dinero. A pocos éxitos que tenga, serán más que los que ha logrado Tudanca. Al menos, Carlos Martínez sabe lo que es gestionar el Ayuntamiento de una ciudad, que eso es lo mínimo que se le debe exigir a un político que pretenda presidir un gran Gobierno.
Lo de Tudanca se veía venir. Ha defendido lo indefendible durante años y ahora la trituradora de Ferraz le ha pasado factura. Anunció que presentaría su candidatura a la reelección de la Secretaría General del PSOE de Castilla y León y la ha retirado como regalo de Reyes para sus jefes. La valentía le ha durado un suspiro, el tiempo justo para que los lugartenientes de Sánchez le hayan ofrecido un acomodo bien remunerado. Se pudo ir matando y seguramente se irá cobrando. Desgraciadamente esto no es algo que pueda atribuírsele en exclusiva a Tudanca, es algo generalizado en la clase política, sea del partido que sea.
El PSOE, el partido adalid de las primarias, se está cargando este sistema de elección de sus líderes y sus representantes en las listas electorales. Cada formación política puede organizarse como quiera, faltaría más. Lo que no puede es decir a la militancia y a la sociedad que el PSOE es el único partido capaz de llevar hasta el extremo el sistema más democrático que existe, y a las primeras de cambio optar por el dedazo. La elección directa que está consiguiendo Ferraz es quizás lo más efectivo y lo mejor que le puede pasar a un partido político, porque la controversia dura dos minutos y acto seguido todos se ponen en fila india para el nuevo líder.
El socialismo salmantino apenas ha tardado unas horas en arropar a Carlos Martínez. Como debe ser. Antes, apenas un par de tuits y unas llamadas telefónicas para agradecer a Luis Tudanca los servicios prestados. Algunos le valoraron en redes sociales el gran éxito de ganar unas elecciones a Mañueco en Castilla y León, el mismo «hito» que no reconocen a Feijóo por vencer a Pedro Sánchez.
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El PSOE de Castilla y León mejorará con Carlos Martínez. Después de una década de Tudanca, el soriano supone un soplo de aire fresco. Seguramente levantará las alfombras y renovará una cúpula regional que precisa de cambios, de moderación y de diálogo. Es necesario que los dos principales partidos políticos de la Región estén de acuerdo en aquellos grandes asuntos de Comunidad, que aparquen las guerras nacionales y que se preocupen del bienestar de los vecinos de Castilla y León. Cada uno con sus políticas y con sus ideas, pero alejándose de la crispación que genera desasosiego en la sociedad. De los debates estériles e interesados que solo buscan complacer a Madrid pasándose por el arco del triunfo lo que importa en Miranda de Ebro, en Robleda o en Paradinas de San Juan.
Tudanca ha dilapidado muchas oportunidades. Su tiempo se esfumó y el sanchismo no perdona ni siquiera al más sanchista.
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