La Plaza Mayor debe ser lugar de reunión de los amigos, de paseo para los ciudadanos y de deleite y sorpresa para los turistas, que tienen que seguir maravillados de la plaza más bonita del mundo. Este espacio no puede ser un multiusos para que cualquier feria, concierto o celebración tenga lugar sin tener en cuenta el objetivo principal del ágora. Vaya por delante mi apoyo al sector librero de esta ciudad, al que se debe mimar, como a cualquier otro, y tener en cuenta sus reivindicaciones de supervivencia, pero la Plaza Mayor no debe estar para que cada dos por tres nos encontremos casetas y armatostes que afean la belleza y el patrimonio que se ha mantenido a lo largo de los siglos.

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El Ayuntamiento de Salamanca se encuentra en trámites para conseguir unas nuevas casetas para celebrar la Feria del Libro. Falta hacía, porque las actuales son de 2009 aunque parezcan de la posguerra. Lo ideal es sacar, a través del consenso con los libreros, la feria del ágora pero visto que es una batalla que el Consistorio ha perdido, o que ni siquiera ha querido dar, nos daremos con un canto en los dientes con que pasen a mejor vida esa especie de vetustas corralizas de dudoso gusto. Y ya de paso que cambien también las casetas de los puestos de castañas que se instalan en las calles de la ciudad en los meses de otoño o invierno, porque ya van teniendo solera. Los castañeros dicen que son poco útiles y no llaman la atención de los hipotéticos clientes.

Volviendo a hablar de la Plaza Mayor, la realidad es que tampoco está hecha para conciertos, por supuesto. Ni es un auditorio ni tiene una buena acústica. Que de manera extraordinaria se celebre un acontecimiento en la Plaza tiene todo el sentido del mundo, pero que por norma este sea el lugar escogido para que cualquier artista descargue su música es un error de bulto. Igual que no nos planteamos que las casetas de la Feria de Día se instalen allí, tampoco deberíamos dar por sentado que sea el lugar ideal para los conciertos de septiembre. Hay muchos espacios abiertos en la ciudad, entre ellos la plaza de La Concordia, por ejemplo, que podrían albergar conciertos sin la necesidad de «atentar» contra el patrimonio.

Lo de celebrar actos en la Plaza Mayor además tiene el peligro de que haya sectores o gremios que se vean perjudicados o ninguneados y que no entiendan que por qué sí se puede celebrar allí la Feria del Libro pero no una feria de artesanía, de gastronomía, una concentración y venta de coches tuning o un festival de tatuadores. Para cada uno de ellos su negocio es lo importante, y por supuesto que la repercusión y el business no es el mismo en el kilómetro cero de Salamanca que si se les cede la plaza de Trujillo o la plaza de Burgos.

La gestión municipal es muy complicada, y al final hay tantos alcaldes y concejales como ciudadanos, pero la clave es que exista una hoja de ruta en la que queden muy delimitado qué se puede hacer y qué no en la Plaza Mayor. Lo que está claro es que últimamente el ágora se ha convertido en un lugar en el que proliferan vándalos e imbéciles. Solo hay que ver el puñado de intentos de asalto del árbol de Navidad, el camión de reparto que impacta con un arco de entrada a la plaza por meterse por una dirección prohibida o el robo de parte de la preciosa escultura con motivo de la celebración del Año Chino. Está claro que hace falta una mayor vigilancia de este espacio o que quien controla empiece a sacar la libreta de las sanciones, porque si no somos capaces de cumplir con el reglamento de la Plaza Mayor cómo vamos a pedir a la gente que no fume enfrente de la escuela de música de Garrido.

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