Por la boca muere el pez

Hay que ver el afán que tiene el Gobierno de España por decirnos constantemente lo que tenemos que hacer. Hemos asistido a lo largo de los últimos años a órdenes constantes con las que desde su autoridad moral determinan el tipo de ciudadanos que somos. Nos han dicho la cantidad de carne que podemos comer, nos han criminalizado por fumar en una terraza, nos han molido a impuestos por tener un coche con un motor de combustión tradicional, nos han metido un buen rejonazo por tener un seguro de salud privado, nos han impuesto qué refrescos podemos tomar, nos han hecho un listado sobre qué fiscales y qué jueces son de fiar y cuáles están al servicio de la derecha, nos han dicho de qué manera tiene que pensar una mujer feminista, y ahora, el colmo ya, es que nos «recomienden» dónde tenemos que estudiar.

La persecución de los gobernantes más sectarios a los colegios privados e incluso concertados ha quedado plasmada en las trabas que le ponen a la escuela católica constantemente. No contentos con guiarnos por su camino en la enseñanza obligatoria, ahora también lo hacen con la Universidad. Si hay un político que denigra la profesión de servicio público ese es María Jesús Montero. La vicepresidenta del Gobierno se ha encargado ahora de movilizar al electorado más radical para que odie a la Universidad privada acusando a los estudiantes que allí cursan sus grados de comprar un título. Como si las familias que optan por esta educación llegaran con el fajo de billetes a la facultad de turno para que les certifiquen el aprobado. Resulta paradójico que sea esta señora, que es el adalid de la falta de educación, la que se permita darnos la lección magistral sobre valores y esfuerzo.

María Jesús Montero es al PSOE nacional lo que Ana Sánchez al autonómico. Un animal político que habla mucho más rápido de lo que piensa. La zamorana, que subió como la espuma como lugarteniente de Tudanca, va a tener que salir de la primera línea de la forma que todos los que la conocen esperan: gracias a un micro abierto rajando de los suyos y con poco estilo. Las neuronas que en aquella conversación echaba de menos en la cúpula de su partido le han pasado factura... como si a ella le sobraran millones. Aún colea el golpe a Luis Fuentes cuando el salmantino era presidente de las Cortes... Por la boca muere el pez, que se dice en mi pueblo.

Es comprensible que entre los aduladores de Tudanca cualquier cosa que huela a guillotina cueste digerirla. Los más cercanos al que fuera líder socialista tenían los días contados en el puesto de mando con la llegada de Carlos Martínez. Lo que no sé es por qué les sorprende que el «sanchismo» pase la guadaña cuando su figura está amortizada. Lo hizo con su inseparable César Luena, con Antonio Hernando, con Tomás Gómez, con José Luis Ábalos o con Javier Lambán, lo acaba de hacer con Luis Tudanca y no tardará mucho en pasarle factura a Óscar Puente si es necesario. El apego a Moncloa ahora que la corrupción llama a su puerta está por encima de todo, incluso por delante de los que han ayudado a Sánchez a llegar a la cumbre.

El PSOE tiene un buen marrón en el Parlamento autonómico. Si Ana Sánchez y Diego Moreno renuncian, la pelota sobre la representación socialista en la Mesa de las Cortes está en el tejado de Mañueco y es de suponer que el líder de los populares, que no tienen mayoría, intente torpedear las tramitaciones que considere oportunas ahora que además ya no tiene socios de Gobierno. Pero Mañueco, que es más de dejar heridos que cadáveres, pasará de «movidas» y no adelantará las elecciones, que es lo que le pide el cuerpo a muchos militantes del PP.