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No hay listas para tanto candidato. Cuando se trata de hacer las candidaturas municipales, en la mayoría de los 362 municipios que tiene la provincia de Salamanca, sobran listas y hacen falta candidatos. Cada vez cuesta más buscar a personas que quieran gestionar el minúsculo presupuesto de estos pueblos o encontrase no pocas veces con enfrentamientos indeseados con los vecinos a cambio de nada. En muchas ocasiones el cargo le cuesta dinero de su propio bolsillo y disgustos personales.
Pero cuando llega el momento de decidir quiénes ocupan los 27 asientos de la Diputación se desatan los pecados capitales: la soberbia, del que decide el que va y el que no, y la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza de los que aspiran a llegar a un goloso puesto en La Salina. En esto no hay diferencia de colores políticos. Todos son y actúan de la misma manera.
El POSE eligió el lunes a sus representantes en medio de una tormenta seca, que amagó con provocar un desastre meteorológico en vísperas de una campaña electoral, pero se saldó con la marcha del partido del alcalde de Siete Iglesias, Oscar Maide.
El asunto no es baladí, y mucho más si viene de los que se les llena la boca hablando de igualdad. La bronca del lunes en la sede de la Cuesta de San Blas se debe fundamentalmente a que los machos consideran injusta la paridad cuando se trata de repartir uno de los nueve puestos que tienen los socialistas en la nueva Corporación provincial. Dicen, eso sí en pequeño comité y si dar cuartos al pregonero, que las mujeres no se implican tanto en la elaboración de listas para las elecciones municipales. Lo que quieren decir más o menos es que mientras las hembras del Partido Socialista se quedan en casa atendiendo las labores propias del hogar, los hombres recorren los pueblos perdidos por la noche, que es cuando la gente deja los quehaceres, para encontrar a los mejores candidatos o a los que quieran estar de forma altruista en los ayuntamientos.
Una mujer como Eva en el Edén volvió a ser la culpable del pecado. Había que buscar una fémina para uno de los cinco puestos que se reparten por la comarca de Salamanca y había demasiados hombres con aspiraciones. Aunque la verdadera razón de la dimisión y de los quejidos de otros que no quieren hablar públicamente de su disgusto, es no tener sillón para tanto aspirante. ¡Es que si tuviéramos 15 como el PP!
Hasta los que defendieron cambiar los estatutos internos del PSOE para limitar los mandatos, se han lamentado amargamente de tener que dejar el cargo después de ocho años ocupándolo.
Da igual tener 15 o 40 escaños, cuando hay una recompensa económica todos creen que merecen tenerla y todos los puestos parecen insuficientes para tanto político con méritos para ocuparlos.
También ocurre lo mismo en el PP, donde históricamente se ha criticado la forma y modo de elección de los diputados provinciales, sin menospreciar a los que el partido ha decidido que formen parte de la Corporación. Al nuevo secretario provincial, David Mingo, le ha tocado este año «bailar con la más fea», una ingrata tarea que solía corresponder al presidente del partido desde la época en la que Julián Lanzarote soliviantaba a los suyos premiando a quien él quería con un sillón en La Salina.
Lo bueno es que el presidente mandaba y también ejecutaba, cortando cabezas o premiando. Ahora el secretario es quién ejecuta lo que le mandan y lógicamente tendrá que hacer ejecuciones ingratas que levantarán ampollas.
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