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Todavía no me explico por qué el PSOE dice que los de Vox son más radicales que los amigos de los terroristas de Eta, los golpistas de ERC y Junts o los de Podemos, Ganemos, Sumemos y demás sucedáneos de los comunistas rancios.
A la mayoría de los españoles, y a los resultados de las sucesivas elecciones me remito, no nos gustan los extremos. Ni Vox, como formación política, ni los de Yolanda Díaz o todas las demás filiales próximas al chavismo y a las repúblicas bolivarianas, pero mucho peor son los compañeros de viaje de Pedro Sánchez, que han coqueteado con Eta, han justificado los asesinatos o los que intentaron dar un golpe de Estado en Cataluña con violencia y corrupción y ahora acaban de ser indultados por el presidente del Gobierno. Por tanto, no entiendo ni al líder de los socialistas de Castilla y León, Luis Tudanca, ni a la procuradora salmantina Rosa Rubio cuando hablan de un gobierno extremista en la Comunidad o cuando aseguran que la Junta está marcada por «la crispación, la radicalidad o la inestabilidad».
En esta región hay presupuestos, aunque nos puedan gustar más o menos. El Gobierno de España, cuyo presidente comparte partido político con Luis Tudanca y Rosa Rubio, ni siquiera ha sido capaz de sacar adelante las cuentas de este año. Se posponen para el próximo, si es que para entonces y después de la financiación «singular» que va a tener Cataluña a cambio de los 7 votos de los diputados de Junts, todavía queda dinero en las arcas del Estado para destinarlo a carreteras, trenes y otros servicios públicos.
Está claro que de radicalidad y de inestabilidad puede dar una clase magistral el Gobierno de Pedro Sánchez y sentar cátedra. Es el ejecutivo más radical de cuantos ha habido en España en la última etapa democrática. Pero Tudanca, siempre fiel servidor del jefe Sánchez, ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Hoy comienza en las Cortes el debate sobre el estado de la Comunidad y el PSOE de Tudanca y de Rosa Rubio habla sin ningún tipo de pudor de una «fiscalidad elitista» en Castilla y León porque, dicen, que beneficia a quien más gana y hereda.
Las bonificaciones les parecen mal a los socialistas de Castilla y León porque «benefician a los ricos», que es el mantra de todos los gobiernos populistas, incluidos los de Venezuela. Sin embargo, les debe parecer bien que Cataluña sea regada con un dinero extra a costa del que podrían recibir en el reparto el resto de las comunidades autónomas. Es mucho mejor que este Gobierno «fría» a impuestos a las clases medias vía IRPF o a las empresas para que haya más pobres y se acaben los ricos.
La financiación singular para Cataluña ha creado un cisma en las comunidades autónomas, incluso dentro del PSOE. De hecho, el presidente de Castilla La-Mancha, Emiliano García Page, ha dicho que no piensa consentir que el Gobierno apruebe un modelo especial para los catalanes porque es «una ofensa para las demás regiones y que, además, supondría un privilegio», lo que a su entender va en contra de los valores progresistas.
Nada que ver con la visión miope que tiene el líder de los socialistas de Castilla y León, que ha levantado el dedito un poco, pero muy poco para no dejarse ver mucho ante el «puto amo».
La diferencia entre uno y otro es que, mientras García Page se presenta a las elecciones y las gana, Tudanca va de fracaso en fracaso y tiro porque me toca. Sabe que tiene los días contados. Sin embargo, el de Castilla La-Mancha aunque suponga un grano en el trasero para Sánchez, seguirá porque es un valor seguro en las urnas.
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