Ni el alcalde de Salamanca, el popular Carlos García Carbayo, ha sido tan duro con el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, como su compañero de partido, el alcalde de León, José Antonio Diez, que lo ha llamado sectario y lo ha acusado de no asumir que es el ministro de todos los españoles, no solo de Valladolid.

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El mandatario leonés se ha sublevado contra el titular de la cartera de Transportes a cuenta de la decisión de Ryanair de incluir a Valladolid en su plan estratégico para crecer en tráfico de pasajeros en los próximos cinco años en España, que casualmente se ha producido después de una reunión entre la compañía aérea, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Óscar Puente. Muchas casualidades porque el ministro ya había marcado sus deseos de que «murieran» el resto de aeropuertos para que solo sobreviviera Villanubla cuando era alcalde.

Ayer, solo un día después de la manifestación de todas las fuerzas políticas, empresariales e institucionales «por unos trenes dignos», hemos conocido que el Gobierno se está planteando no reabrir la línea de la Ruta de la Plata. Es otro de los engaños a los que jamás debemos acostumbrarnos y que merecen una respuesta contundente por parte de los que nos convocaron el domingo a la protesta de la Plaza Mayor. Tan contundente o más como la que le ha propinado el alcalde socialista de León.

Puente está a un paso de convertirse en el político más conflictivo del actual panorama. Ganando enteros frente personajes tan polémicos como la vicepresidenta y ministra de Trabajo, la comunista de Sumar Yolanda Díaz, que en pocos meses ha soliviantado a sus hermanos de Podemos, comunistas como ella, y a los empresarios, pequeños y grandes, por tomar decisiones unilateralmente, como elevar los costes salariales, subir mucho más de lo pactado el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), reducir la jornada laboral, incrementar el coste del despido o promover la entrada de los trabajadores en los consejos de administración de las empresas. Díaz es un ejemplo claro de falta de diálogo y ausencia de democracia. Ella critica los regímenes dictatoriales, pero es el mejor prototipo de dictadora universal.

El ministro también está a punto de ganar a otro provocador profesional como Puigdemont, el delincuente con mayor poder ahora mismo sobre el planeta tierra. Incluso va a adelantar al camorrista, «resucitador» del comunismo, Pablo Iglesias.

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Puente está de récord. Dice el refrán castellano que el que mucho habla, mucho yerra y el nuevo ministro es incapaz de no meterse en todos los charcos que estén a su alcance a través de las redes sociales, a las que sigue siendo asiduo. Acostumbrado a que nadie le replique, le ha salido un compañero respondón, que es el alcalde leonés, socialista como él, que está luchando contra el centralismo vallisoletano del que sigue haciendo gala el titular de Transportes.

Sigue sin reunirse con los usuarios del tren a Madrid o con los que suelen viajar entre Salamanca y Valladolid y viceversa que, día sí y día también, sufren y padecen averías y retrasos. Sí lo ha hecho, sin embargo, con los afortunados clientes del Ave de Valladolid.

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El ministro está tardando en llamar al alcalde de Salamanca, como representante de todos los salmantinos, y escuchar los problemas que tenemos y todas las oportunidades económicas que estamos perdiendo por no disponer de un tren decente que una Salamanca y Madrid. Y también atender a las mejoras que se pueden hacer en la línea para que en lugar de tardar una hora y cuarenta minutos, se tarde una hora y treinta minutos.

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