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No sabe el titular de Transportes la emoción que he sentido al comprobar que LA GACETA DE SALAMANCA sí está entre los medios que lee habitualmente, al menos entre los que su equipo de rastreadores de insultos acostumbra a mirar por si le hemos dedicado alguna columna de opinión o editorial. Aparecer en el podio de los medios de comunicación que más «insultos» le han dedicado, a su libre y particular entender, es todo un honor, la verdad. Seré cateta, no como el señor ministro que es de Valladolid, pero me ha hecho ilusión.
Algunas de las palabras que sus censores -a los que por cierto ha remunerado con 62.000 euros de nuestros bolsillos, no por hacer resúmenes de prensa- no las considero insultos. Llámeme idiota o ignorante, pero he tenido que echar mano del diccionario de la Real Academia de la Lengua para ver si se me escapaba alguna acepción e insisto en que la mayoría de los adjetivos calificativos que van unidos al nombre del ministro de Transportes solo califican su trabajo y su actitud como miembro del Gobierno de España.
De todas formas, dice el refrán castellano que quien siembra vientos, recoge tempestades. Y la forma en la que el excelentísimo señor Puente se dirige a la oposición, a los periodistas o a los que cuestionan su trabajo público tiene mucho que ver con el tono de las críticas que recibe por su trabajo al frente del Ministerio de las comunicaciones.
Las opiniones sobre el resto de ministros tienen un tono mucho más respetuoso, pero a cada uno hay que hablarle en el lenguaje que entiende. Y Puente ya demostró, cuando era alcalde de Valladolid, que a él lo que le va es meterse en el barro, entrar en las polémicas y comportarse como un simplón grosero y, si es posible, camorrista. Aclaración: no digo que lo sea, digo que se comporta.
Repito que le estaré eternamente agradecida por incluirnos en su lista de improperios. Está claro que el que ayer no aparecía en esos 3 folios -a más de 10.000 euros la hoja- es que no era nadie o, lo que es peor, es un vendido al poder.
Pero advierto que lo que ha hecho el excelentísimo señor ministro es muy similar a lo que hacían en su odiado régimen franquista, solo que él no puede censurar porque todavía disfrutamos de una democracia.
Él intenta amedrentar a los periodistas, pretende coartar la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución poniendo al frente de la persecución a un grupo de «censores», que llama colaboradores, que califican como insulto cualquier adjetivo utilizado para definir su actuación como ministro. Creo que, aunque brame contra la dictadura franquista, nada le gustaría más a Puente que retrotraerse a la ley de prensa del 38, que establecía de facto la censura previa de todas las publicaciones. El censor franquista tenía que leerse cada publicación de cabo a rabo e indicaba si había alguna parte que no cumpliera con la Ley de Prensa. El equipo de Puente, pagado también con el dinero público, se ha dedicado a escudriñar todas las columnas de opinión en las que, a juicio de los «censores», le insultan. Yo veo bastantes similitudes, la verdad.
En Cuba o en Venezuela también hay censura y persecución contra los periodistas y medios de comunicación que son críticos con la dictadura chavista de Nicolás Maduro.
Yo creo ministro que usted tiene un ego que no le cabe en el pecho y se gusta demasiado cada vez que lee un periódico y aparece su nombre. Pero haga el favor de atendernos y no condenarnos al subdesarrollo por el aislamiento ferroviario y luego ya le dedicamos los improperios que usted quiera. No sea sectario y dictadorzuelo, por favor.
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