A Yolanda no le gustan los restaurantes nocturnos, ni tomarse una copita con amigos después de un buen chuletón, de esos que tampoco se podrá comer su camarada Garzón a no ser que lo haga a escondidas. La vicepresidenta es definitivamente una amargada, que solo disfruta amargándonos la vida a los demás.

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Dice Yoli que no es razonable que un país tenga abiertos sus restaurantes a la una de la madrugada. Lo que entiendo que no es razonable es que en España tengamos una vicepresidenta con la escasa talla intelectual y política de Yolanda Díaz. Es que a mí quien no me gusta nada es ella.

Yo prefiero cenar pronto y poco, pero de ahora en adelante lo haré tarde para llevarle la contraria a doña Yolanda.

No me gusta que los comunistas como ella me digan lo que tengo que hacer. Si me acuesto pronto o tarde o si es bueno recortar los horarios de las cenas para que no tengamos problemas con la hernia de hiato. Somos lo suficientemente mayorcitos como para decidir si queremos trasnochar o no y suplir nuestros excesos con una buena dosis de «Almax» o «Gaviscón». Cualquier cosa es mejor que dejarse manipular por los comunistas, que bajo la apariencia de que todo lo hacen por nuestro bien, nos dirigen la vida para que sea una mierda a su imagen y semejanza.

Es lo mismo que decía el cabecilla de la trama corrupta Koldo, o la trama corrupta PSOE, que trataba de ayudar a los españoles y no aprovecharse de la venta de mascarillas en plena emergencia sanitaria, cuando morían los españoles por cientos.

Doña Yolanda también vela por nosotros, por nuestra salud, por nuestro bienestar, por la educación de nuestros hijos e, incluso, por nuestro ocio y divertimento y si nos dice que hay que cenar pronto y cosas ligeras, lo hace todo por nuestro colesterol, no porque quiera inmiscuirse en nuestras vidas. Pretende ponernos un bozal alimentario para evitar la obesidad y las indigestiones nocturnas.

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Doña Yolanda no es solo manipuladora, sino que también es una embustera empedernida. Después de predicar como si fuese docta en la materia, dijo que se había reunido con la patronal, ¿con qué patronal?, porque nadie que represente al sector ha reconocido haber tenido una entrevista con la vicepresidenta. Se lo inventó. Igual que platica sobre los horarios de la hostelería, que no son competencia del Gobierno, sermonea sobre la corrupción, pero estoy convencida de que ayer, cuando se sentó en el Consejo de Ministros, no le cantó las cuarenta a su socio Pedro por los presuntos corruptos que estaban bajo su amparo y protección. Tampoco debió de pedirle explicaciones al presidente por la implicación de la tercera autoridad del Estado, doña Paquita Armengol, que ratificó incluso lo buenas que eran las mascarillas Koldo, a juzgar por el precio que tenían.

Ni la vice le preguntó al presi ni Paquita, la expresidenta de Baleares, supo contestar ayer a ninguna de las cuestiones que nos preguntamos los españoles: por qué y quién le recomendó la empresa supuestamente corrupta del todopoderoso escolta del que fuera ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos.

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Yolanda se mete en todo, pero no se atreve a pedirle explicaciones de la corrupción a su socio de Gobierno. Sabe predicar, pero no da trigo. Vive en un piso de más de 400 metros cuadrados en el paseo de la Castellana, pero va de comunista pobre. Déjenos ser tabernarios si queremos, déjenos trasnochar para cenar, aunque después nos tengamos que tomar un antiácido. Déjenos vivir, que ahora entiendo que no la quieran ni en Fene, donde sus vecinos prefirieron votar al BNG antes que a ella.

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