La edad del pavo ha entrado de lleno en el Consejo de Ministros. Sánchez escribe cartas de amor, la vicepresidenta Montero se pone a brincar en plena calle Ferraz como si estuviera en el concierto de Aitana y el de los transportes averiados no deja de insultar y bloquear en redes al que le dice lo que no le gusta.
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Al último que ha bloqueado Puente ha sido el concejal salmantino de Cultura y Turismo, seguramente por recordarle que no hace bien su trabajo, que sigue teniendo pendiente al menos una frecuencia más en el tren rápido entre Madrid y Salamanca, que nos engaña y nos da largas sin decirnos cuándo dispondremos de una comunicación ferroviaria decente con la capital de España, que no hay día que no haya retrasos en los trenes y que las carreteras nacionales y las autovías están hechas una verdadera porquería.
Quien conozca al edil Ángel Fernández Silva sabe que es imposible que de su boca haya salido algún insulto. No se pone al nivel tabernario del ministro ni aunque lo intente. Se podrá estar de acuerdo o no con sus ideas, pero es uno de los políticos más educados que conozco. Y hace muy bien en refrescarle la memoria al ministro: Salamanca, aunque le duela, es la provincia de Castilla y León más atractiva para el turista de interior, muy por delante de Valladolid, y también la que más alumnos llenan las aulas de sus dos universidades y para ello necesita un transporte público decente con Madrid. Sería una grave negligencia por parte del responsable municipal si no reclamara a quien tiene la responsabilidad.
Ayer, primer día de regeneración democrática de la era Sánchez, prohombres y «promujeres» del presidente cometieron algunos deslices propios de la máquina del fango con los que quiere acabar: la procuradora Rosa Rubio dijo que Mañueco se abrazaba a los fascistas y además, afirmó en el pleno de las Cortes donde se aprobaron los presupuestos, que las cuentas de la Junta son un fracaso «entre la ineficacia y la corrupción». ¿Esto es regeneración democrática o no lo es? Me gustaría que me lo aclarara la oficina de censura del presidente para atenerme a las normas del sanchismo bolivariano y no tener problemas.
Luis Tudanca, solo hace unas semanas, también en un pleno de las Cortes, sacó una foto del padre del presidente de la Junta, fallecido ya hace años, dando a entender que era más o menos un delincuente por haber sido alcalde en tiempos de la dictadura de Franco, ese régimen tan añorado por los socialistas de hoy.
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Si eso se lo hubieran hecho a Begoña Gómez o a Pedro Sánchez, se habrían tenido que coger cinco «begoños» más para reflexionar. Pero Mañueco, acostumbrado al fango, pasó por alto el trámite.
Por cierto, mientras recuerdo todas las cosas pendientes que tiene el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible en Salamanca y que tanto le molestan, es inevitable acordarme de la ministra Montero, que cada vez recauda más por IRPF, dinero nuestro que no se traduce en mejoras en los servicios públicos, al menos para Salamanca. Si yo fuera del clan sanchista diría que esto está entre la prevaricación y la malversación de fondos, pero como no lo soy, solo le recordaré que Salamanca también existe en el mapa, aunque no haya independentistas, proetarras o golpistas que puedan ser útiles para que Pedro Sánchez, el puto amo de todo esto, pueda seguir disfrutando de los placeres de su apacible vida en La Moncloa. Lo de los placeres lo deduzco por la respuesta que él mismo nos ha dado a la pregunta de si merece o no la pena. Ayer comprendimos que claro que le merece la pena seguir en el palacete de La Moncloa, aunque haya hecho el ridículo.
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