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Estoy empezando a pensar que ese señor de Valladolid, que ahora es el responsable de las comunicaciones en España, es «gafe».
Ayer nos acongojó, siendo suaves, cuando escribió en la red social «X», antes twitter, con aire de lamento, que les pasa de todo. Se había tenido que interrumpir la circulación de trenes entre las localidades madrileñas de El Escorial y Villalba, por la aparición, según él, de «un artefacto explosivo, aparentemente de la Guerra Civil».
Al poco tiempo tuvo que desmentirlo la Guardia Civil, que aseguró que el objeto encontrado en las vías del tren y que había cortado la circulación ferroviaria, afectando entre otros a dos trenes de Salamanca, se trataba del diente de una excavadora recubierto de barro y no de un artefacto explosivo de la Guerra Civil, como había dicho el ministro.
Es verdad que desde que llegó a Madrid procedente de las filas de la oposición en el Ayuntamiento de Valladolid, no han dejado de ocurrir sucesos en las vías del tren y en los transportes públicos que dependen de su Ministerio, por no hablar del lamentable estado de conservación en el que se encuentran las infraestructuras por falta de mantenimiento. Los retrasos son algo ya habitual, hasta el punto de que ha aumentado el tiempo para recibir una indemnización por falta de puntualidad en los trenes.
Pero también está claro que la prudencia y la mesura no son las virtudes que jalonan a Óscar Puente. Tiene la enfermedad «X», está obsesionado con «X» y, como cualquier sanchista antes zapaterista, tiene una preocupante obstinación con la contienda civil.
Un ministro no puede estar todo el día dándole a la tecla, ni contestando o insultado a todo bicho viviente que critica su actividad pública y menos aún llamar «saco de mierda», como ha hecho él con un periodista, por muy mal que le caiga la persona que no escribe al dictado. Jamás un miembro del Gobierno debe utilizar ese lenguaje zafio, vulgar y barriobajero, que tantos disgustos ha causado ya y tantos conflictos diplomáticos ha originado.
El SUP, uno de los principales sindicatos policiales, también ha puesto una queja ante el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, por desvelar datos sobre los coches que utiliza la Policía Nacional.
Por cierto, después de meter la pata con lo del artefacto explosivo, no ha rectificado para tranquilizar a los seguidores, porque para informarse de las actividades del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible ahora en lugar de leer el Boletín Oficial del Estado, hay que estar todo el día pendiente del «twitteo» ministerial.
Tampoco pidió disculpas por dar a entender que el presidente de Argentina, Javier Milei, consumía drogas. Tan solo dijo, que es todavía peor, que si hubiera sabido que su intervención se estaba grabando y se iba a difundir, no lo hubiera dicho. Es decir, que todavía podía haber sido mucho peor.
A Óscar Puente se le descubrió en España por haber sido elegido por Pedro Sánchez para que ninguneara a Feijóo en su investidura fallida. Entonces se destapó a un político deslenguado, agresivo, prepotente y descarado. Esa intervención le valió una cartera ministerial y desde entonces parece que el ministro tiene la necesidad de hacer méritos continuos ante el que llama «puto amo», que no es otro que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Creo que ya ha hecho todos los merecimientos para ser el «matón» dialéctico del sanchismo. No hay charco donde no esté metido Óscar Puente, pero al final acabará convirtiéndose en un problema para Gobierno. Y si no, al tiempo.
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