Yo no sé qué le pasa a los socialistas. No estoy preocupada por su progresiva extinción, lo estoy por esa obsesión enfermiza que tienen con los narcos.
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Buscan y rebuscan para ver si pueden relacionar a alguien del PP con los narcotraficantes y sinceramente ni se sabe el objetivo que persiguen ni los beneficios políticos que les reporta estar todo el día con los narcos a cuestas, y más después de lo que ocurrió el pasado 9 de febrero en Barbate, donde dos guardias civiles fueron asesinados mientras luchaban en precarias condiciones contra los traficantes de drogas.
En la campaña electoral gallega volvieron a sacar a Feijóo, debió ser más o menos en su pubertad, a bordo de un yate de un narcotraficante. Como si el líder de los populares tuviera que saber hace 30 años que se trataba de un delincuente o como si a lo largo de las tres últimas décadas el presidente del PP hubiera dado muestras de su relación con este tipo de personajes. El manoseado asunto ya sabemos los resultados que les dio: casi desaparecen del mapa autonómico.
Marlaska ayer debió de perder los papeles en el Senado y volvió a sacar el asunto del niño Feijóo con el traficante.
El responsable de la escasez de medios materiales y humanos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para luchar contra los narcotraficantes en el sur, que no puede ser otro que el ministro Marlaska, se enojó porque el PP le preguntó sobre la supuesta orden interna de la Guardia Civil para que los agentes no acudieran a un minuto de silencio por sus compañeros asesinados por los narcotraficantes en Barbate. La respuesta del ministro fue recordar que un imberbe Feijóo estuvo hace 30 años con un narco en un yate.
¡Hay que estar desesperado, como lo está el PSOE! Pero, la estrategia electoral no les ha funcionado, igual que tampoco ha sido positiva para ellos la manipulación de unas declaraciones del presidente del PP, seguramente desafortunadas, y por las que intentaron a la desesperada que creyéramos o creyeran los gallegos que Feijóo había negociado la amnistía para el fugitivo Puigdemont, como lo está haciendo con descaro delictivo Pedro Sánchez. Este asunto tiene poca discusión porque a la vista está quién gobierna y con qué apoyos.
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Y en su obsesión por los narcos, ayer la política salmantina Rosa Rubio preguntó en las Cortes por la conexión del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, con dos «exasesores» del Ayuntamiento de Béjar que, según la procuradora, están relacionados con el narcotráfico. Es tanto como si le preguntan a Luis Tudanca por las meretrices de Tito Berni, el que fue diputado del PSOE. Dirá el líder de los socialistas de Castilla y León: «Y a mí qué me cuentan», pues lo mismo puede decir el jefe del Ejecutivo autonómico.
De poco les ha servido a los socialistas tanto «barco de Chanquete» y tanta droga, porque el resultado es que los respaldos cada vez están más mermados y prácticamente han perdido todo el poder territorial
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«Ayuso calienta, que sales», dijo Zapatero en su particular club de la comedia durante su visita electoral a Galicia. Al PSOE no se le puede decir ni eso. Yo miro a mi izquierda, a mi derecha o de reojo y solo veo a palmeros, tipo Rosa Rubio o el ministro Puente, que están caldeando el ambiente para halagar y cortejar al jefe, es decir Pedro Sánchez. En el PSOE ya solo queda él y sus cortesanos. Francamente, le aconsejaría a Rosa Rubio enterarse bien de quiénes son los dos individuos que supuestamente han prestado algún asesoramiento al pueril alcalde de Béjar y si es denunciable, que lo haga, que para eso está la oposición.
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