Secciones
Destacamos
Los simples mortales solemos empezar cada nuevo año con un montón de buenos propósitos, que tienen que ver fundamentalmente con hábitos saludables: adelgazar, ir al gimnasio, dejar el tabaco, comer más sano, caminar más… Pero la mayoría de las veces, después de un par de semanas de ejemplar cumplimiento, nos olvidamos y abandonamos las buenas intenciones hasta el próximo año.
Pero a los que de verdad les hace falta una carta llena de buenos propósitos es a nuestros políticos, propósitos como cumplir con lo que prometen o dar ejemplo de buena conducta y de ejemplaridad.
Conductas como las del concejal de Vox Javier Ortega Smith, que el pasado 22 de diciembre lanzó una botella de agua vacía contra el concejal de Más Madrid Eduardo Fernández Rubiño, no se pueden permitir. Este tipo de actos de personajes públicos son poco edificantes, incitan a la violencia y generan más violencia. El Ayuntamiento de Madrid reprobó el jueves -todos los grupos, excepto por Vox respaldaron la medida- al concejal del partido de Abascal.
Smith transmite una actitud excesivamente agresiva en su forma de hacer política. En el Ayuntamiento madrileño es la segunda vez que recibe la reprobación. La primera, en 2019, fue por su enfrentamiento con la presidenta de la Asociación de Mujeres Marroquíes, Nadia Otmani, en un acto contra la violencia de género. Es decir, que llueve sobre mojado.
Son ya muchas las ocasiones en las que el político de Vox muestra su personalidad iracunda, pero no por ello más firme a la hora de hacer oposición. También lo hemos visto perder los nervios en las manifestaciones convocadas delante de la sede madrileña del PSOE con motivo de la amnistía concedida por Pedro Sánchez a los golpistas. En la calle Ferraz se enfrentó con furia y desdén a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado.
Smith, sin lugar a dudas, debería dimitir, como le ha pedido el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. El líder de su partido, Santiago Abascal, también tendría que haber tomado medidas contra el político, porque da una imagen de radicalidad, que nada tiene que ver con la firmeza a la hora de defender sus ideas. Sin duda es el mejor aliado que puede tener Pedro Sánchez, porque cada vez que el edil del partido verde habla o interpreta su papel, suben los apoyos a los socialistas o a algún partido de la izquierda.
Otro que debería hacer una seria reflexión sobre la actitud que debe tener un político es el que fuera alcalde de Valladolid y hoy ministro de Transportes y Movilidad Sostenible. Su prepotencia y chabacanería son impropios de cualquier servidor público y mucho menos de una persona que está en el Gobierno de España. Es el insultador profesional de los socialistas. Lo era ya cuando fue alcalde de la ciudad de Valladolid. Ni tenía mano izquierda, ni sabía comportarse en público. Le gustaba meterse en cualquier charco y acababa enfrascado en polémicas estériles con todo el que no opinaba lo mismo que él.
Desde el Ministerio de Transportes sigue en la misma línea «macarra». Pedro Sánchez lo eligió como portavoz para ensuciar con su tono bronco la investidura fallida del popular Alberto Núñez Feijóo.
Mientras los partidos premien este estilo chabacano de hacer política estarán contribuyendo al odio, a la crispación social o al apaleamiento de la piñata que representa al presidente del Gobierno. No nos rasguemos las vestiduras condenando unas conductas y premiando otras que incitan a la violencia tanto o más, aunque sea verbal.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.