La gente tiene todo el derecho a protestar en la calle, tan intensamente como crea conveniente y cuantas veces quiera. Cuantas más mejor porque lo que está haciendo Pedro Sánchez, con el beneplácito vergonzoso de una mayoría de palmeros socialistas es muy, pero muy grave.
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Los españoles se ven obligados a manifestarse ahora porque Pedro Sánchez y el Partido Socialista les hurtaron su derecho a opinar el pasado 23 de julio, cuando nos convocó a las urnas. Ni el líder del PSOE ni los candidatos que se presentaron a las elecciones por Salamanca, por ejemplo, David Serrada, Elena Diego, María Soledad Álvarez o Aquiles Magide, hablaron a lo largo de la campaña electoral de una supuesta ley de Amnistía para perdonar a los que intentaron dar el golpe de Estado en 2017. Los insurrectos o golpistas, según palabras de la Fiscalía, actuaron además con violencia pasiva y activa con el objeto de declarar unilateralmente la independencia.
Los españoles tienen el deber y la obligación de pedir explicaciones al presidente en funciones porque ha mentido que, según la RAE, «es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa». El señor presidente dijo que traería a Puigdemont a España para que el delincuente, prófugo de la justicia, fuera juzgado y condenado. Cuatro años después, y no por el «interés de España» como dijo ante el comité Federal del PSOE, es capaz de perdonarlo, indemnizarlo y ponerle un monumento si hace porque necesita sus votos. Saltándose por supuesto los pilares básicos de cualquier democracia, como es la separación de poderes y, por supuesto, la igualdad entre españoles.
No estoy de acuerdo con las manifestaciones ante las sedes de cualquier partido político, aunque los socialistas aplaudieron y alentaron las manifestaciones contra el PP en 2004, cuando los atentados del 11 de marzo que provocaron un vuelco electoral. También son condenables los escraches en las casas de cualquier persona, se dedique a lo que se dedique, aunque algunos, como los líderes de la extrema izquierda, los consideraran «jarabe democrático» cuando los hacían contra políticos del PP.
Dicho esto, en la concentración del lunes por la noche frente a la sede del PSOE de Salamanca, en la cuesta de San Blas, no hubo ni un solo incidente, más allá de gritar contra Sánchez y decir no a la amnistía.
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El PSOE se está poniendo la venda antes de recibir la pedrada, que dicho sea de paso es la que le va a dar el delincuente al que está intentando blanquear el presidente en funciones por seguir cuatro años más en La Moncloa.
Sánchez ha dado muestras de que España le importa un bledo y los españoles bledo y medio. Pero lo que no puedo entender es que sea capaz de perder hasta su propia dignidad por seguir como presidente. No todo puede valer y desde luego el actual presidente en funciones está claro que ha pasado los límites de la decencia desde hace mucho tiempo.
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Su número tres, Santos Cerdán, está en Bruselas haciendo el ridículo más espantoso mientras el prófugo le toma el pelo y se ríe de él de mala manera. ¿No sería más digno y más honroso mandar al golpista y a todos sus colaboradores a la cárcel?, o ¿no sería más sincero que nos convocara de nuevo a las urnas sabiendo que si necesita los votos de terroristas y delincuentes va a humillar al resto de españoles para conseguir su propósito?
«Los españoles merecen un presidente que nos les mienta, que les diga siempre la verdad». Esta frase la dijo Alfredo Pérez Rubalcaba en vísperas de las elecciones de 2004. ¿Sería mucho pedir que se la aplicara ahora Sánchez y todo el PSOE que lo apoya?
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