El señor Pedro casi se equivoca ayer, no sabemos si consciente o inconscientemente. Si no hubieran estado al quite los servicios de protocolo del Congreso de los Diputados, donde la princesa Leonor juró la Constitución española, Sánchez se sienta en el sillón reservado a su majestad el rey Felipe VI. Un señor encorbatado y con mucha diplomacia, le indicó que no podía ocupar el sitio del jefe del Estado.
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¡Cómo le hubiera gustado a Sánchez ser el presidente del Gobierno y a la vez jefe del Estado!
Ayer fue día histórico para la princesa de Asturias y para la mayoría de los españoles, que creemos que la jura de la Constitución por Leonor garantiza el futuro con una monarquía parlamentaria, el menos malo de los sistemas de gobierno, porque se basa en la soberanía nacional, la división de poderes y el sistema parlamentario. Y nos aleja de los peligros de dictaduras, como la que sufren en Venezuela, Cuba o Bolivia, tan amigos de este Gobierno.
Don Pedro lo vivió con esa dualidad esquizofrénica en la que lleva inmerso desde que se rodea de amistades tan peligrosas como las ministras comunistas Belarra y Montero, que están trabajando para impedir que la princesa Leonor llegue a reinar.
Por no hablar de la infame fotografía que el lunes protagonizaron, por mandato del propio Sánchez, su número tres, el secretario general de Organización de la Ejecutiva Federal del PSOE, Santos Cerdán, y la eurodiputada vallisoletana Iratxe García para cerrar el pacto de investidura con el delincuente Puigdemont en Bruselas.
Hoy pacta con el prófugo de la justicia para seguir en la poltrona de La Moncloa y en 2019 nos prometió durante la campaña que lo iba a traer a España para ser juzgado. «Me comprometo a traer de vuelta a España a Puigdemont», dijo en un cara a cara televisivo con el entonces candidato popular Pablo Casado.
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Esta dualidad esquizofrénica del señor Pedro, que unos días se comporta como doctor Jekyll y otros como el señor Hyde, es la que está poniendo patas arriba a la sociedad española. La incertidumbre produce inestabilidad social y económica, desencanto, desmotivación, volatilidad y desconfianza por parte de los empresarios.
Pero siendo muy grave lo que está haciendo el presidente del Gobierno en funciones, que ocultó su viraje vertiginoso durante la última campaña electoral, lo es más la actuación de los palmeros que le hacen seguidismo. La gravedad del asunto es que haya «Cerdanes» o «Iratxes» que se presten a la indignidad de reunirse con un prófugo de la Justicia.
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Por cierto, es difícil entender a los compañeros de partido del prófugo, porque además de delincuente es un cobarde miserable, que después de cometer el delito salió corriendo de España a escondidas para que no lo enchironaran, dejando tirados al resto de colegas del partido que habían colaborado con él en la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.
Para el presidente, vendido a lo peor de cada casa, no fue un buen día el de ayer, porque Leonor representa el futuro de una monarquía parlamentaria que nos ha traído a España democracia y los mejores años de estabilidad y prosperidad, pero con la que quieren acabar sus socios.
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Incluso para una persona como Sánchez, que ha demostrado carecer de principios, tener que actuar en función de lo que le diga un delincuente desde Bruselas o los amigos de los terroristas, tiene que ser bastante humillante. Pero ninguna humillación como a la que nos está sometiendo el presidente en funciones a todos los españoles.
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