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A Mónica García no le hace falta mascarilla. Ella lo que necesita es un buen bozal para no hablar más de la cuenta y de forma extemporánea, como suele hacer. Ella sacaba pecho como médica y madre cuando era parlamentaria de la Comunidad de Madrid y ahora está comprobando que una cosa es gobernar y otra hacer demagogia cuando se está en la oposición.
La exedil comunista -ahora de Más Madrid o de Sumar- reunió el lunes a las comunidades autónomas para obligarlas a que impongan sí o sí la mascarilla en centros sanitarios. Una convocatoria aparentemente para el diálogo, que acabó con el ordeno y mando propio de las dictaduras. No habían salido los consejeros de Sanidad por la puerta y ya les había amenazado a través de los medios de comunicación.
La ministra roja, adalid de la democracia, hará uso del artículo 65 de la ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud para imponerse a las comunidades. Ya veremos si legalmente le sirve para ampararse o recibirá un revés en los juzgados, como ha ocurrido con Pedro Sánchez y los estados de alarma de la pandemia.
¡Quién le iba a decir a Mónica García que acabaría experimentando en su propia persona las críticas que ella misma protagonizó contra Ayuso!
Alguien diría que a todo cerdo le llega su San Martín, como reza el refrán castellano. Pero seguramente es más apropiado aplicarle la «Política sin anestesia», el título del libro que publicó en 2022 y en el que, entre otras cuestiones, trata de ajustar cuentas con aquellos que fueron, a su juicio, negligentes. No creo que ella se considere negligente, pero su actuación en el asunto de la mascarilla lo es porque no ha dado razones a las comunidades para imponerla, porque cuando reunió a los responsables autonómicos de Sanidad ya había muchos que se habían adelantado, por lo tanto llegaba tarde, y porque cuando lo ordene y mande es muy probable que la incidencia de los virus respiratorios esté en claro descenso y ya no sea necesaria.
Mónica García está recibiendo su propia medicina, aunque espero que ningún responsable autonómico llegue a los insultos, las faltas de respeto y las graves amenazas que tuvo ella con Isabel Díaz Ayuso y con los miembros de su Gobierno.
Algo está haciendo mal esta señora cuando tiene tantos consejeros en contra, por no hablar de su medida «estrella», los tres días de baja con una declaración responsable del paciente en caso de enfermedad leve y sin que intervenga ningún sanitario, que ha soliviantado a los sindicatos amigos, CCOO y UGT.
Dice la ministra que es para aliviar los servicios de atención primaria colapsados por la epidemia de gripe y otros virus respiratorios. Pero, ¿no era ella la que criticaba con vehemencia irracional a la Comunidad de Madrid por la atención sanitaria telefónica en los meses peores de la covid?
Como tendría que saber la ministra, que es médico de profesión, los sistemas de salud de las comunidades autónomas se colapsan con facilidad debido a la carencia de médicos, un problema que no se quiere atajar.
Tanto a ella como a sus antecesores les han pedido que se aborde cuanto antes el problema en un Consejo Interterritorial para que se hagan más atractivas las plazas que ahora tienen más dificultad para ocupar y, por otro, una oferta extraordinaria de plazas MIR, fundamentalmente para cubrir Medicina de Familia y Pediatría en Atención Primaria.
García tirará del ordeno y mando cuando vuelva a tener otro problema de coordinación sanitaria y se acabó.
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