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Todo en este Gobierno es esperpéntico. La degeneración llega hasta tal punto, que los delincuentes están en la toma de las decisiones que nos afectan a todos nosotros.
Sánchez cogió ayer las de Villadiego después de traicionarnos a todos los españoles y ni siquiera ha tenido el valor de dar la cara en el Congreso de los Diputados y contestar a la oposición qué es lo que ha cambiado para que antes del 23 de julio no se planteara la amnistía porque era inconstitucional y hoy no solo no lo sea, sino que además es la que va a reconciliar a los golpistas catalanes con el resto de España.
No sé si llamar iluso a Sánchez y al mamporrero que ayer mandó para dar la cara o llamarlo directamente imbécil por pensar que somos idiotas todos los demás. Los delincuentes ya le han cogido la medida a Pedro Sánchez y, aunque vaya de todopoderoso y chulesco presidente, es un tirinene en sus manos.
Sánchez, a pesar de su vergonzosa ausencia en el banco azul, inició ayer una vía de no retorno, la de amnistiar a los que intentaron dar un golpe de Estado en Cataluña entre septiembre y octubre de 2017 y saquearon las arcas públicas. La ley en absoluto apacigua a las «bestias» del independentismo, sino que las hace más fuertes para exigir unilateralmente la independencia. Y al resto de los españoles nos hace diferentes ante la ley y nos coloca como ciudadanos de tercera porque no son importantes nuestros votos para que el líder socialista siga en La Moncloa.
La ley de Amnistía que comenzó su tramitación ayer en el Congreso, como ha negociado Sánchez con el prófugo Puigdemont, no es una tabla de salvación, como pretenden hacernos ver el presidente y todos sus mamporreros. Esta ley es solo una exigencia de las muchas que tienen los golpistas, como un tratamiento fiscal diferente u otra serie de prebendas que todavía desconocemos, porque el pacto con los delincuentes se ha hecho sin luz ni taquígrafos y con nocturnidad.
En este contexto, aunque parezca increíble, se enmarca la ignominiosa respuesta que ha dado el ministro de Transportes a la petición de más frecuencias de Alvia.
El nuevo titular, responsable también del descarrilamiento de los últimos trenes de cercanías en Madrid -uno asume las responsabilidades con lo bueno y con lo malo, aunque los daños sean más un asunto de los ministros socialistas que le precedieron a Puente-, dice que no se ponen más Alvia entre Salamanca y Madrid porque la demanda ha caído.
No sé cómo tiene el cuajo de decir semejante barbaridad cuando hay problemas para sacar un billete para uno de los tres trenes rápidos que hay a diario entre las dos ciudades.
Se nota que el señor Puente ha viajado mucho en Ave desde Valladolid a Madrid -nosotros por desgracia no lo tenemos- y desconoce mucho las lamentables comunicaciones que tiene Salamanca con la capital de España.
Yo le recomendaría al nuevo ministro de Transportes, vallisoletano de pro, que deje la «gratificante» tarea de meterse con la presidenta de la Comunidad de Madrid a través de las redes sociales y comience a palpar los problemas que tiene cada una de las provincias y a invertir dinero en trenes, en mantenimiento de las vías férreas y en la mejora de la red de carreteras, porque las infraestructuras se van deteriorando después de años de escasa inversión y mucho despilfarro público. Mucho me temo que el pacto de su jefe con los golpistas también nos va a afectar y mucho en las inversiones para esta tierra, y si no, al tiempo.
Judas vendió a Jesús por 30 monedas de plata y Pedro Sánchez nos ha vendido a los españoles por unos míseros 7 votos de los golpistas.
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